sábado, 27 de octubre de 2012

Como ir al cielo


¿Qué tan bueno tengo que ser para ir al cielo?


Por Jhon MacArthur


Mucha gente entiende que participar en la maldad nos separa del cielo. Pero muy pocos ven que la Biblia también enseña que hacer el bien no nos deja entrar. Ninguno de nosotros puede ganar suficiente mérito para merecer el cielo. Somos pecadores, y el estándar de Dios es la perfección total. Jesús dijo, “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:20). También agregó, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).
¿Entonces quién puede ser salvo?
Los discípulos le hicieron a Jesús esa misma pregunta (Mateo 19:25). ¿Su respuesta? “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (v. 26). En otras palabras, nuestra salvación no es algo que podemos lograr. Es algo que Dios debe hacer en nosotros.
¿Qué si dejo de pecar ahora y nunca peco otra vez?
Estamos desesperadamente en esclavitud al pecado y no podríamos dejar de pecar no importa qué tanto lo intentemos. La Escritura dice que aun nuestros corazones son engañosos y desesperadamente viles (Jeremías 17:9). En otras palabras, somos pecadores hasta lo más profundo de nuestro ser. Además, un solo pecado sería suficiente para destruirnos para siempre: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10). Pero aun si no pecamos desde este momento, todavía cargamos la culpa de nuestros pecados pasados. Y “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23).
¿Hay alguna manera que podemos ser libres de la culpa de nuestro pecado?
La Biblia dice, “La sangre de Jesucristo…nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).
¿Cómo es que la sangre de Jesús puede lavar nuestros pecados?
Cuando Dios perdona, no solamente pasa por alto el pecado. La expiación debe ser hecha. La muerte de Cristo hizo completa expiación para aquellos quienes confían en Él. Su muerte cuenta en nuestro lugar si creemos. Sin embargo, eso solamente borra la culpa de nuestro pecado. Recuerde, aún necesitamos la perfecta justicia para poder entrar al reino de los cielos (Mateo 5:20).
¿Dónde recibimos esa perfecta justicia?
El completo mérito de la justicia de Jesús es imputado, o acreditado, a aquellos quienes confían en solamente Él para su salvación. La Escritura enseña que Dios “justifica al impío” al darle la justicia de Cristo (Romanos 4:5). Ellos son vestidos en Su justicia, y Dios acepta a creyentes solamente y exclusivamente sobre esa base. Es por eso que Pablo estuvo dispuesto a descartar todos sus propios esfuerzos para ganar el favor de Dios, prefiriendo en vez de pararse ante Dios vestido en una justicia que no era de él (Filipenses 3:8-9).
Si no eres cristiano, necesitas tomar esta verdad por fe: el pecado que te mantiene fuera del cielo no tiene otra cura más que la sangre de Cristo. Si estás cansado de tu pecado y exhausto de la carga de tu culpa, Él tiernamente te extiende la oferta de perdón, descanso y vida eterna: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
¿Cómo puedo estar seguro que Cristo me salvará?
Nadie será rechazado: “Y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). Todos son invitados: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

LA MUJER


El Retrato Bíblico de las Mujeres: Poniendo las Cosas en Orden


Por John MacArthur

La Biblia es, y siempre ha sido, un libro revolucionario. Es como un acantilado que resiste las oleadas del cambio cultural. Y puede ser que no exista una demostración más clara de lo inmutable de la Palabra de la Biblia que lo que enseña sobre la genuina femineidad. 

La Biblia exalta de manera justa a las mujeres, en contra de las culturas que la distorsionan, rebajan y degradan. Muchos en nuestra sociedad promocionan la liberación sexual y reproductiva de las mujeres en contra de la supuestamente opresiva y anticuada estructura de la Biblia. Yo tengo que preguntar: “¿De qué manera son las mujeres verdaderamente libres? ¿De qué manera las honra nuestra cultura?” Por supuesto, pueden votar; tienen la oportunidad de competir en el mercado. ¿Pero son verdaderamente libres? ¿Están su dignidad y su honor intactos?
Yo sostengo que las mujeres son más usadas y abusadas hoy que en cualquier otro tiempo en la historia. La pornografía ha convertido a las mujeres en objetos y en víctimas de pervertidos sucios y cobardes, quienes las miran con ojos codiciosos. En el mundo, las mujeres son negociadas como animales para esclavitud sexual. En lugares más “civilizados”, los hombres rutinariamente usan a las mujeres para el sexo sin consecuencia o compromiso, solamente para dejarlas embarazadas, sin cariño y sin apoyo. Los grupos del derecho al aborto apoyan e instigan el egoísmo e la irresponsabilidad de los hombres y “liberan” a las mujeres para asesinar a sus niños no nacidos. Las mujeres se quedan solas, con cicatrices emocionales, destituidas financieramente y culpables, avergonzadas y abandonadas. ¿Dónde está la libertad, la dignidad y el honor en eso? 

Los avances tecnológicos modernos han permitido a la cultura centralizar la degradación de las mujeres como nunca antes; pero las culturas de la antigüedad no fueron nada mejor. Las mujeres en sociedades paganas durante los tiempos de la Biblia fueron tratadas muy a menudo con un poco más de dignidad que los animales. Algunos de los filósofos griegos más conocidos – considerados las mentes más brillantes de su era – enseñaron que las mujeres eran criaturas inferiores por naturaleza. Incluso  en el Imperio Romano (probablemente el pináculo de la civilización pre-cristiana), las mujeres eran usualmente consideradas como una simple propiedad – propiedades personales de sus esposos o padres, con una posición sólo un poco mejor que los esclavos de casa. Eso era completamente diferente del concepto hebreo (y bíblico) del matrimonio, visto como una herencia conjunta y la paternidad, como un sociedad donde ambos, el padre y la madre deben de ser reverenciados y obedecidos por sus hijos (Levítico 19:3).

Las religiones paganas tendieron a impulsar y animar la degradación de las mujeres aún más. Por supuesto, la mitología griega y romana tenía sus diosas (tales como Diana y Afrodita). Pero no crea que la adoración de las diosas les dio posición más elevada a las mujeres en la sociedad. Al contrario. La mayoría de los templos dedicados a estas deidades eran servidos por prostitutas sagradas – sacerdotisas que se vendían a sí mismas por dinero, supuestamente realizando un sacramento religioso. Ambos, la mitología y la práctica de la religión pagana, usualmente han sido demasiado degradantes para las mujeres. Las deidades paganas masculinas eran caprichosas y a veces cruelmente misóginas. Las ceremonias religiosas eran muchas veces desvergonzadamente obscenas, incluyendo ritos de fertilidad eróticos, orgías alcohólicas en el templo, prácticas homosexuales perversas y, en casos extremos, aún sacrificios humanos.

Contrasta todo eso, antiguo y contemporáneo, con la Biblia. De principio a fin, la Biblia exalta a las mujeres. En efecto, a menudo parece salirse del camino para  homenajearlas, ennoblecer sus roles en la sociedad y la familia, reconocer la importancia de su influencia, y exaltar las virtudes de las mujeres quienes fueron, en particular, ejemplos piadosos. 

Desde el primer capítulo de la Biblia, se nos enseña que las mujeres, como los hombres, llevan el sello de la propia imagen de Dios (Génesis 1:27; 5:1-2) – los hombres y las mujeres fueron creados iguales. Las mujeres tienen papeles prominentes en muchas narrativas bíblicas claves. Los esposos ven a sus esposas como compañeras veneradas y cálida ayuda. No simplemente esclavas o muebles de la casa (Génesis 2:20; Proverbios 19:14; Eclesiastés 9:9). En el Sinaí, Dios mandó a los hijos a que honraran a ambos, su padre y madre (Éxodo 20:12). 

Por supuesto, la Biblia enseña los distintos roles divinamente ordenados para los hombres y las mujeres – muchos de los cuales son perfectamente evidentes en las circunstancias de la creación misma. Por ejemplo, las mujeres tienen un papel único y vital en la maternidad y crianza de los pequeños. Las mujeres mismas también tienen una necesidad particular de apoyo y protección, porque físicamente “son vasos más frágiles” (1 Pedro 3:7). La Escritura establece el orden apropiado en la familia y en la iglesia, asignando las responsabilidades del liderazgo y protección en los hogares a los esposos (Efesios 5:23), y designando a los hombres de la iglesia para los papeles de enseñar y liderar (1 Timoteo 2:11-15). 

En ningún caso las mujeres son marginalizadas o relegadas a un segundo plano (Gálatas 3:28). Al contrario, la Escritura parece ponerlas aparte para un honor especial (1 Pedro 3:7). Se ordena a los esposos a amar a sus esposas sacrificialmente, como Cristo ama a la iglesia – aún, si es necesario, a costa de sus propias vidas (Efesios 5:25-31). La Biblia reconoce y celebra el valor inestimable de una mujer virtuosa (Proverbios 12:4; 31:10; 1 Corintios 11:7).

El cristianismo, nacido en un mundo donde se cruzaban las culturas romanas y hebreas, elevó el estatus de las mujeres a un nivel sin precedente. Los discípulos de Jesús  incluyeron varias mujeres (Lucas 8:1-3), una práctica inédita entre los rabinos de sus días. No sólo eso, pero Él animó su discipulado mostrándolo como algo más necesario que el servicio doméstico (Lucas 10:38-42). En efecto, el primer registro de Cristo, la divulgación explícita de Su propia identidad como el verdadero Mesías, fue hecho a una mujer samaritana (Juan 4:25-26). Él siempre trató a las mujeres con una dignidad mayor – aún mujeres que eran consideradas marginadas de la sociedad (Mateo 9:20-22; Lucas 7:37-50; Juan 4:7-27). Él bendijo a sus hijos (Lucas 18:15-16), resucitó a sus muertos (Lucas 7:12-15), perdonó sus pecados (Lucas 7:44-48), y restauró su virtud y honor (Juan 8:4-11). De esta manera exaltó la condición de las mujeres. 

Entonces, no sorprende que las mujeres fueron importantes en el ministerio de la iglesia primitiva (Hechos 12:12-15; 1 Corintios 11:11-15). En el día de Pentecostés, cuando nace la iglesia del Nuevo Testamento, las mujeres estaban allí orando con los discípulos mayores (Hechos 1:12-14). Algunas fueron reconocidas por sus buenas obras (Hechos 9:36); otras por su hospitalidad (Hechos 12:12; 16:14-15); otras por su entendimiento de la sana doctrina y sus dotes espirituales (Hechos 18:26; 21:8-9). La segunda epístola de Juan fue dirigida a una mujer prominente en una de las iglesias bajo su cuidado. Aún el apóstol Pablo, a veces falsamente caricaturizado por críticos de la Escritura como machista, ministró regularmente junto a mujeres (Filipenses 4:3). El reconoció y aplaudió su fidelidad y sus dones (Romanos 16:1-6; 2 Timoteo 1:5). 

Naturalmente, cuando el cristianismo empezó a influenciar a la sociedad occidental, la condición de las mujeres mejoró notablemente. Tertuliano, uno de los padres de la iglesia primitiva, escribió muy cerca del fin del segundo siglo una obra titulada On the Apparel of Women [Sobre la Vestimenta de las Mujeres]. Dijo que las mujeres paganas que usaban adornos para el cabello elaborados, ropa no modesta y que cubrían su cuerpo de adornos habían sido forzadas por la sociedad y la moda a abandonar el esplendor superior de la verdadera feminidad. Comentó, por contraste, que conforme la iglesia iba creciendo y el evangelio daba fruto, uno de los resultados visibles era el aumento de la tendencia a la modestia en el vestir de las mujeres y una elevación correspondiente de la condición de  la mujer. Reconoció que los hombres paganos usualmente se quejaban: “Desde que se ha convertido en cristiana, ¡se viste en más pobre atuendo!” Las mujeres cristianas incluso fueron conocidas como “sacerdotisas de la modestia”. Pero, dijo Tertuliano, como creyentes que viven bajo el señorío de Cristo, las mujeres eran más ricas espiritualmente, más puras y por lo tanto más gloriosas que las mujeres más extravagantes en la sociedad pagana. Vestidas “con la seda de rectitud, el lino fino de la santidad, el color púrpura de la modestia”, ellas elevaron la virtud femenina a una altura sin precedentes. 

Aún los paganos reconocieron eso. Crisóstomo, probablemente el pastor más elocuente del siglo cuarto, registró que uno de sus maestros, un filósofo pagano llamado Libanio, dijo una vez: “¡Cielos! ¡Qué mujeres tienen ustedes los cristianos!” Lo que impulsó los gritos de Libanio fue cuando escuchó que la madre de Crisóstomo había permanecido casta por más de dos décadas desde su viudez a los veinte años. Conforme más se sentía la influencia del cristianismo, menos eran las mujeres despreciadas o maltratadas como objetos de entretenimiento por los hombres. En lugar de esto, las mujeres empezaron a ser honradas por su virtud y fe. 

De hecho, las mujeres cristianas convertidas de una sociedad pagana fueron automáticamente liberadas de una serie de prácticas degradantes. Emancipadas del libertinaje público en templos y teatros (dónde las mujeres eran sistemáticamente deshonradas y devaluadas), elevaron su prominencia en el hogar y la iglesia, donde eran honradas y admiradas por sus virtudes femeninas tales como la hospitalidad, el ministerio a los enfermos, el cuidado y cariño hacia sus propias familias, y el trabajo amoroso de sus manos (Hechos 9:39).

Esta siempre ha sido la tendencia. Dondequiera que se expande el evangelio, el estatus social, legal y espiritual de las mujeres ha sido, como regla elevado. Cuando el evangelio ha sido eclipsado (sea por represión, influencia de falsas religiones, secularismo, filosofía humanista o decadencia espiritual en la iglesia), la condición de las mujeres ha declinado en consecuencia. 

Inclusive cuando han surgido movimientos seculares clamando estar preocupados por los derechos de las mujeres, sus esfuerzos han generalmente sido perjudiciales. El movimiento feminista de nuestra generación es un ejemplo de ello. El feminismo ha devaluado y difamado la femineidad. Las diferencias naturales de sexo son usualmente minimizadas, descartadas, despreciadas o negadas. Como resultado, las mujeres ahora están siendo enviadas a situaciones de combate, sometidas a una labor física agotadora antes sólo reservada para hombres, expuestas a toda clase de indignidades en su lugar de empleo y además estimuladas a actuar y hablar como hombres. Mientras tanto, las feministas modernas hablan con desdén acerca de las mujeres que quieren que sus familias y hogares sean sus  prioridades; menospreciando el papel de la maternidad, el llamado más exclusivo y únicamente femenino. El mensaje completo del igualitarismo feminista es que no hay realmente nada extraordinario respecto a las mujeres. Indudablemente, éste no es el mensaje de la Escritura. Como hemos visto, la Escritura honra a las mujeres como mujeres y las anima a buscar el honor de una manera exclusivamente femenina (Proverbios 31:10-30).

La Escritura nunca descarta el intelecto femenino, no minimiza los talentos y habilidades de las mujeres, ni desanima el derecho del uso de los dones espirituales a las mujeres. Pero cuando la Biblia expresamente habla sobre los rasgos de excelencia de una mujer, el acento siempre está sobre la virtud femenina. Las mujeres más significativas de la Escritura fueron influyentes no por sus profesiones, sino por su carácter. El mensaje que estas mujeres dan colectivamente no es sobre la “igualdad de los sexos”; es sobre la excelencia femenina verdadera. Y eso siempre se ejemplifica con las cualidades morales y espirituales, en vez de la posición social, riqueza o apariencia física. 

Y eso es poner las cosas en orden. Lejos de denigrar a las mujeres, la Biblia promueve la libertad, dignidad y honra femenina. La Escritura describe para cada cultura el retrato de una mujer verdaderamente bella. La verdadera belleza femenina no se trata del adorno externo, “peinados ostentosos, adornos de oro o vestidos selectos”; por el contrario, la belleza real se manifiesta en “el interno, el del corazón…el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:3-4)

ATAR A SATANÁS?


Y nada más que la verdad


Por Jhon MacArthur


Dios nunca quizo que Su pueblo lo adorara sin hacer uso de sus facultades mentales. La verdadera espiritualidad comienza con un entendimiento preciso de la verdad. Sin embargo, véo que gran parte del cristianismo contemporaneo va por el camino descendiente de la experiencia mística y la fantasía.
Eso fue ilustrado en un artículo que leí en una ocasión en el periódico Los Angeles Times:
PASADENA, Calif.-Bajo el estandarte militante de “batalla spiritual”, un número creciente de líderes evangélicos y cristianos, está preparando ataques abiertos en contra de lo que ellos llaman los poderes cósmicos de las tinieblas. Fascinados con la noción de que Satanás encabeza una jerarquía de demonios territoriales, algunas agencias misioneras y pastores de iglesias grandes, están desarrollando estrategias para “derribar fortalezas” de esos espíritus malos que supuestamente están controlando ciudades y países. Algunos promotores del movimiento ya dicen que las reuniones de oración concentradas terminaron con la maldición del Triángulo de las Bermudas, llevaron a la caída del gurú Baghwan Shree Rajneesh en 1985 y produjeron una caída en el crimen y el tráfico en las principales avenidas de Los Ángeles, durante la Olimpiada de 1984. 

El profesor del Seminario Fuller, C. Peter Wagner, quien ha escrito extensivamente acerca del tema, guió una supuesta cumbre sobre el tema de batalla espiritual a nivel cósmico…en Pasadena, California. Dos docenas de hombres y mujeres participaron del evento, incluyendo a una pareja de Texas que encabeza un grupo llamado los “Generales de intercesión” y un hombre de Oregón que conduce “campamentos de entrenamiento intensivo de batalla espiritual”. En sus comentarios de apertura, Wagner dijo, “Si no sabes lo que estás haciendo, y pocos…tienen la experiencia necesaria, Satanás te comerá en el desayuno”.
     
Me temo que este tipo de manera de pensar es tan solo un ejemplo, de cómo la iglesia ha caído presa del Movimiento de la Nueva Era, una forma sutilmente velada de misticismo hindú. Es una creencia en todo y una creencia en nada—sin distinción alguna entre la realidad y la fantasía.
   
Gran parte de la iglesia profesante está en armonía perfecta con el espíritu de anti-intelectualismo que caracteriza al movimiento de la Nueva Era. Por ejemplo, la Iglesia católica romana enfatiza el ritual—un anti-intelectualismo mecánico en el que la ceremonia mística reemplaza a la adoración inteligente. Aquí las Escrituras son sujetas a la iglesia.

Los protestantes liberales han enfatizado la reforma social—un anti-intelectualismo político producido por la falta de esperanza al no poder encontrar la verdad, en lugar de someterse a la autoridad de las Escrituras como el estándar para gobernar la iglesia.

Durante mucho tiempo los carismáticos han enfatizado el subjetivismo—un anti-intelectualismo experimental que es el producto de teología débil y un manejo descuidado de las Escrituras.
Esas tendencias contribuyen a una especie de cristianismo místico en el que la mente no está involucrada, lo cual es la antítesis del diseño de Dios para Su iglesia.

Esa es la razón por la que estoy tan preocupado. Un profesor de seminario dice que si no aprendemos algunas de las técnicas misteriosas de batalla espiritual, ¡Satanás nos comerá en el desayuno! ¿Es esto verdad? El apóstol Pedro dijo, “vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Pero el contexto nos está llamando a ser sobrios y vigilantes, no a una estrategia de batalla mística y cósmica.

Algunos señalan que lo único que necesitamos hacer es atar a Satanás—simplemente decir, “Satanás, te ato” y él queda atrapado. Citan Mateo 12:29, en donde Jesús dice, “¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa”.

Pero Jesús estaba rechazando la acusación necia de los fariseos de que Él operaba bajo el poder de Satanás (vv. 27-28). Él no estaba presentando una situación en la que los creyentes podían “atar” a Satanás. Él usó la ilustración de un ladrón quien, al planear el robo de la casa de un hombre fuerte mientras el hombre estaba ahí, primero tendría que atarlo o correr el riesgo de ser arrestado y golpeado. El punto de Jesús era que le había demostrado a los fariseos y a todo Israel Su poder sobre Satanás y el reino de la maldad. Solo Dios tiene el poder y autoridad de entrar en la casa misma de Satanás, atarlo exitosamente y llevarse su propiedad. Aún Pablo fue estorbado por Satanás (1 Tesalonicenses 2:18). ¿Debemos asumir que él no conocía la formula correcta?

No hay una frase mágica o mantra que podamos repetir que ate a Satanás, pero Dios no nos ha dejado sin una estrategia divina para enfrentarlo. La estrategia de Dios se centra en la verdad objetiva, no en la experiencia subjetiva. Comienza con doctrina sana, no con técnica mística. Sin embargo, de manera irónica, aquellos que más hablan de la batalla en contra de Satanás, frecuentemente minimizan la importancia de la doctrina.

En Efesios 6:11 Pablo dice, “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. ¿Cuál es nuestra armadura? Consiste del cinturón de la verdad (no meramente conocer la verdad, sino estar comprometido con ella), la coraza de justicia, el calzado del evangelio de la paz (la confianza por haber hecho la paz con Dios), el escudo de la fe, el yelmo de la salvación (confianza en nuestra seguridad en Cristo), y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Ninguna de estas partes de la armadura apunta a alguna técnica secreta. Más bien hablan de un entendimiento claro y un compromiso sólido con la verdad bíblica y la santidad.
  
Cuando resistimos a Satanás al permanecer firmes con la armadura de la verdad de Dios, él huye. Santiago 4:7 dice, “resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Pedro dijo, “al cual resistid firmes en la fe” (1 Pedro 5:9, énfasis añadido)—firmes en la fe cristiana, la cual es la verdad revelada. Esta es verdad objetiva, no alguna fuerza cósmica invisible. Debido a que Satanás es un engañador y mentiroso, podemos resistirlo exitosamente solo mediante conocer y obedecer la verdad.

Pablo dijo, “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:3-5). De nuevo, no luchamos contra Satanás con palabras mágicas y fuerzas imaginarias; nos apoyamos en el poder de Su verdad conforme ella trae aún nuestros pensamientos cautivos a nuestro Señor. Esa es victoria genuina y definitiva sobre las fuerzas satánicas.
  
No importa cómo ataque Satanás, la solución es la misma. Estamos firmes en la verdad. No necesitamos aprender estrategias escondidas para pelear contra Satanás. La verdad de Dios es el arma suprema contra el padre de mentiras (cp.Juan 8:44). Solo cuando conocemos la verdad y nos comprometemos a obedecerla, podemos resistir con fuerza.

DIEZMO


¿Requiere Dios que dé un diezmo de todo lo que gano?


Por Jhon MacArthur


Hay dos tipos de ofrenda que se enseñan consistentemente en las Escrituras: ofrendar al gobierno (que siempre fue obligatorio) y a Dios (que siempre fue voluntario).   
Sin embargo, este tema ha sido confundido en gran manera por aquellos que malinterpretan el motivo de los diezmos del Antiguo Testamento. Las ofrendas no fueron principalmente regalos para Dios, sino impuestos para financiar el presupuesto nacional de Israel.
Como Israel era una teocracia, los sacerdotes Levíticos actuaban como el gobierno civil. Así que la ofrenda Levítica (Levítico 27:30-33) fue el precursor de los impuestos de hoy, como lo era también la segunda ofrenda anual que Dios requería para el financiamiento del festival nacional (Deuteronomio14:22-29). Los impuestos de menos cantidades también fueron requeridos de la gente por la ley (Levítico 19:9-10; Éxodo 23:10-11). Así que el total de las ofrendas requeridas de los Israelitas no fue el diez por ciento, sino quizás más del 20 por ciento. Todo ese dinero se usaba para que funcionara la nación.  
Toda la ofrenda que se daba, aparte de lo que era requerido para la nación, era totalmente voluntaria (vea Éxodo 25:2; 1 Crónicas 29:9). Cada persona ofrendaba lo que estaba en su corazón ofrendar; ningún monto fue especificado. 
A creyentes del Nuevo Testamento nunca se les ordenó que ofrendaran. Mateo 22:15-22 y Romanos 13:1-7 nos relatan la única ofrenda que fue requerida durante el tiempo de la iglesia y esa era para pagar impuestos al gobierno. Es interesante que hoy, tanto en los Estados Unidos como en otros países del mundo, pagamos entre el 20 a 30 por ciento de nuestros ingresos al gobierno—una figura muy similar al requisito bajo la teocracia de Israel.  
La directriz para nuestra ofrenda a Dios y Su obra se encuentra en 2 Corintios 9:6-7: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”

miércoles, 10 de octubre de 2012

¿EL PAPA UN SANTO?


¿Un santo o un cristiano falso?

El 13 de mayo de 2005, el cardenal Camillo Ruini, vicario para la ciudad de Roma, inició formalmente el proceso de beatificación de Juan Pablo II.  Para ello, el actual papa Benedicto XVI concedió dispensa del plazo de cinco años de espera después de la muerte, que requiere el derecho canónico católico para iniciar el proceso de beatificación.
Lo mismo que hizo el propio Juan Pablo II con el proceso de beatificación de la Madre Teresa de Calcuta.
El 2 de abril de 2007, a dos años de su muerte, concluyó la fase diocesana del proceso de beatificación, reuniéndose todos los testimonios sobre su vida y sus presuntos milagros, destacándose el de la monja francesa Marie Simon Pierre, quien dice haber sido curada por intercesión del pontífice fallecido, de la enfermedad de Parkinson a dos meses de su muerte.
En una misa que se realizó en la plaza de San Pedro el mismo día, el papa Benedicto XVI informó, que finalizada la primera fase del proceso de canonización, le había concedido a Juan Pablo el título de Siervo de Dios, y el 19 de diciembre de 2009 lo declaró «Venerable».
Después de su muerte, muchos católicos, desde el cardenal británico Cormac Murphy-O’Connor hasta periódicos italianos como L’Osservatore Romano, o su sucesor Benedicto XVI, se refieren a él como Juan Pablo Magno, aunque se ignora si le impondrán este título póstumo.  También, muchos seguidores del pontífice durante los actos de exposición pública de su cadáver demandaron que fuese canonizado de inmediato, gritando «Santo Súbito», que quiere decir «¡Ya es Santo!».
Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, la palabra «santo» que se origina del griego hagios significa «consagrado a Dios», y se usa para referirse a cualquiera que ha recibido a Cristo como su Señor y Salvador y que ha sido apartado para su reino.  Hay varios pasajes de la Escritura que definen de alguna forma el carácter de los santos, tal como estos que dicen:
•    “Que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Ro. 16:2).
•    “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12).
•    “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos” (Ef. 5:3).
Por lo tanto, de acuerdo con la Escritura, los santos son el cuerpo de Cristo, su iglesia.  Todos los cristianos son considerados santos, y se les llama santos.  Así lo afirma 1 Corintios 1:2: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”.
Sin embargo, para los católicos ser santo significa algo muy diferente a lo que enseña la Biblia.  En la teología católico romana los santos están en el cielo, pero la Escritura dice que se encuentran en la tierra.  En la enseñanza católica una persona no puede ser santa, a menos que primero sea “beatificada” y después “canonizada”, por el Papa.  En la Biblia, todos los que hemos recibido a Jesucristo por fe, como Señor y Salvador somos santos.  En la práctica católica los santos son reverenciados, se les reza, se les considera intercesores capaces de otorgar milagros y hasta se les adora.  En la Biblia, los santos son llamados a reverenciar, adorar y orar únicamente al Dios Todopoderoso.
Conforme reflexionaba en la vida de este hombre, no podía dejar de pensar en la terrible advertencia que diera el apóstol Pablo:“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.  Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gá. 1:8, 9).
Las palabras de Pablo no pueden ser más claras.  Él incluso repite el punto, para enfatizarlo.  El mensaje es, que cualquiera que presente un evangelio diferente al que está revelado en la Escritura, así sea hombre o ángel, sea anatema, es decir, sea maldito.
Por 26 años Juan Pablo II violó esta advertencia del apóstol.  Durante su papado guió a millones hacia las tinieblas espirituales, al enseñarles que una persona puede ganar la salvación por medio de las buenas obras.  Tal enseñanza es una mentira demoníaca y es una blasfemia de la sangre de Jesús.
Predicó muchas otras doctrinas antibíblicas, pero la salvación por medio de las buenas obras, fue uno de sus errores básicos.  Esto es algo completamente ajeno a la Palabra de Dios.  Nadie puede ser salvo por las buenas obras, ni siquiera un hombre como él.  Es así como lo declara el apóstol Pablo en Efesios 2:8 y 9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
Otra de las cosas terribles que hizo este Papa, fue exaltar el culto a María por encima de todas las cosas.  Dedicó su vida por entero a María.  Cuando fue consagrado obispo de Krakow por Pío XII en 1985, adoptó como su lema la frase Totus Tuus, que significa «todo tuyo», al ofrecerse a sí mismo a María.  En su primer mensaje como Papa ante el mundo, dijo: «En esta hora tan difícil, colmada de temores, debemos volver nuestros pensamientos con devoción filial a la virgen María quien siempre vive en medio de Cristo y existe como su madre.  Debemos repetir las palabras ‘Totus Tuus’ e inscribirlas en nuestro corazón y alma».
Adicionalmente, en la oración del Padre Nuestro para el año mariano, Juan Pablo le agregó: «Susténtanos, oh virgen María, en nuestra jornada de fe y alcanza para nosotros la gracia de la salvación eterna». ¡Qué gran blasfemia al pedirle a María que obtenga para nosotros lo que Dios nos ofrece gratuitamente por su gracia a través del Señor Jesucristo!
En una homilía que pronunciara en la plaza de San Pedro el 9 de abril de 1997, Juan Pablo II dijo: «En unión con Cristo y cediéndole un lugar a él, ella colaboró para obtener la gracia de la salvación para toda la humanidad... Porque Dios habiendo creado al hombre como ‘hombre y mujer’ también llevó a cabo su redención de la misma manera.  Por eso el Señor quiso poner a la Nueva Eva al lado del Nuevo Adán... Fue así como María, la Nueva Eva, se convirtió en el ícono perfecto de la iglesia, porque ella en el plan divino representa bajo la cruz la humanidad que contribuyó a redimir».
Esto no es sólo un disparate, sino una blasfemia de la peor clase.  La Biblia en ningún lugar dice que María es la Nueva Eva, por el contrario afirma: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5), además agrega del Señor Jesucristo, que él “...efectuó la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo...”(He. 1:3c).  El Señor Jesucristo no recibió ayuda de ninguna clase para obtener nuestra salvación.  María era una pecadora y fue salva de la misma forma como somos salvos todos los pecadores, al depositar su fe en el Señor Jesucristo como su Señor y Salvador.  Ella no es Madre de Dios o Reina del Cielo.  Los apóstoles nunca la exaltaron, ni enseñaron que debemos orar a ella.  Tampoco puede responder a las oraciones, mucho menos ayudar a nadie en necesidad, ni espiritual ni físicamente.
Este Papa urgió a todos los cristianos a que aceptaran a María como su madre.  Citando las palabras expresadas por Jesús en la cruz cuando le dijo a Juan: “He aquí tu madre…” (Jn. 19:27a), aseguró que con esta declaración el Señor instituyó la adoración a su madre, como madre de toda la iglesia.
Juan Pablo enseñó «que María es el sendero que conduce a Cristo, y que nuestra devoción filial a ella, de ninguna manera disminuye nuestra intimidad con Jesús, sino que le aumenta, conduciéndonos hacia los niveles más altos de perfección».Concluyó pidiéndole a los cristianos «que dejaran un espacio especial para María reconociendo su papel providencial en el sendero de salvación».
¡Todo esto es completamente herético y blasfemo!  La Biblia no dice absolutamente nada a este respecto.  Ella no es la Madre de Dios, ni siempre Virgen, Reina de la Salvación, o Corredentora y Comediatrix con Cristo.  No puede ni escuchar ni responder las plegarias, porque eso sólo es una prerrogativa del Dios Todopoderoso.  La humanidad no necesita a María para llegar ante Cristo, sino que pueden hacerlo directamente. Él mismo nos dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11:28).
Este hombre visitó las principales iglesias y basílicas en el mundo erigidas a María.  Atribuyó, el haber sido librado de la muerte cuando fue víctima del ataque de un asesino, y el derrocamiento del comunismo en Europa Oriental, a la intervención de María.  Roma no es la iglesia del Señor Jesucristo, sino la sinagoga de María, algo inventando por los Papas y fomentando más que nadie por Juan Pablo II.   En la verdadera iglesia cristiana, nuestro Señor tiene toda la preeminencia, en la iglesia de Roma, María.
Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios Espíritu Santo, fueron degradados a un lugar secundario por Papas considerados infalibles. Tenga bien presente que no me estoy refiriendo a María, la madre de Jesús, sino a esa mujer inventada por Roma, muy diferente a la María del Nuevo Testamento, y estas dos Marías, están tan distante la una de la otra, como el infierno del cielo.
El Nuevo Testamento dice muy poco de María.  Uno de esos incidentes fue, cuando ella, sus hijos e hijas estuvieron buscando al Señor, y dice el registro bíblico, que “mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar.  Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar.  Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?  Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.  Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mt. 12:46-50).
Note que el Señor Jesucristo nunca le llamó «madre», sino “mujer”.  También se le menciona durante la crucifixión de Jesús y finalmente como uno de los cristianos que se encontraban en el aposento alto, antes de la llegada del Espíritu Santo.
La profesora de Biblia Loraine Boettner declara: «Los apóstoles no la honraron de manera especial.  Pedro, Pablo y Juan no mencionan su nombre ni siquiera una vez en las epístolas que escribieron para las iglesias.  Juan la cuidó hasta que murió, pero no la nombró en ninguna de sus tres epístolas o en el libro de Apocalipsis».
Cuando la iglesia fue instituida en Pentecostés, sólo se citó un nombre mediante el cual podemos ser salvos: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12).  En donde quiera que la Biblia se refiere a la abundancia de gracia, no encontramos mención alguna a María.  Sin duda ese silencio es una reprensión contra todos esos que fabricarían un sistema de salvación a su alrededor.  Dios nos dio todo el registro posible concerniente a ella, y en él no encontramos indicación alguna que debemos profesarle adoración o veneración de ninguna clase.
¡Cuán obvia es entonces toda esta falsedad creada por los romanistas, de darle la adoración y devoción primaria a María!
Cuando Dios la escogió para ser el vaso en el cual se encarnó la segunda persona de la Santísima Trinidad, Dios el Hijo, por ese privilegio especial, dice la Escritura que sería «Bendita entre las mujeres», no por encima de todas, ni mucho menos por encima de Dios.  Sin embargo, Juan Pablo II proclamó:
•    Su inmaculada concepción
•    La que nunca cometió pecado
•    Su eterna virginidad
•    Su posición como Corredentora
•    Sus milagros ilimitados
•    Su ascenso al cielo en cuerpo y alma
•    Su coronación como Reina del Cielo
•    Su posición, superior a la de Dios
•    Sus muchas fiestas
•    Sus muchos títulos
Esta mujer que tanto adoró Juan Pablo II, es alguien irreconocible, muy diferente a la María de la Escritura.  La supuesta “Madre de Dios” es un maniquí inventado por Roma, su diosa y deidad suprema, su máximo ídolo.  Y Juan Pablo II ha sido hasta ahora, su mayor promotor.  Y después de todo esto, yo le pregunto: ¿Cree usted que Juan Pablo II sea un santo?
Las personas en general, pero especialmente los medios noticiosos aseguran que este hombre hizo muchísimas cosas buenas durante su reinado como Papa.  Que transformó radicalmente el papado, de la misma forma como Franklin Roosevelt transformó la presidencia norteamericana.
Antes de él, el oficio papal era considerado como exclusivo de los italianos, pero Juan Pablo lo internacionalizó al llevarlo a los cuatro puntos cardinales del planeta y visitar 129 países diferentes, de los 195 países que hay en el mundo.  Es cierto que sólo 192 países son miembros de las Naciones Unidas, pero entre ellos no se incluye El Vaticano, Kosovo y Taiwán.  Es por esta razón que se le reconoció como un líder dinámico y generoso.
Sin embargo, el Vaticano cuenta con riquezas cuantiosas e incalculables en el mundo entero.  Posee cientos de millones de acciones en las corporaciones internacionales más poderosas del mundo, tales como Gulf Oil, Shell, General Motors, Bethlehem Steel, General Electric, International Business Machines, TWA y muchas otras.  Si hacemos un cálculo conservador, sólo en Estados Unidos sus inversiones sobrepasaban a mediados de la década de 1990, los 500 millones de dólares.
En esa época, la Arquidiócesis de Boston declaró que su capital en los bancos, ascendía a más de 636 millones de dólares. Si sumamos la riqueza de las 28 arquidiócesis y las 122 diócesis en Estados Unidos, siendo que algunas de ellas son más ricas que la arquidiócesis de Boston, es posible estimar a cuánto asciende la increíble riqueza de la iglesia, ¡y eso solamente en Estados Unidos!
Por las declaraciones de un miembro de la Conferencia Católica de Nueva York, podemos tener una idea de los bienes raíces y otras formas de riqueza que controla la Iglesia Católica.  Este hombre afirmó, «que probablemente su iglesia ocupa el segundo lugar, sólo después del gobierno de Estados Unidos, en el total de compras anuales».
Tal vez es aún más reveladora, la declaración que hizo un sacerdote católico y periodista nacionalmente conocido, quien dijo que, «la Iglesia Católica sin duda es la corporación más grande de Estados Unidos.  Tenemos una sucursal en cada vecindario.  Nuestro capital y bienes raíces probablemente sobrepasen los de Standard Oil, A.T.&T. y U.S. Steel juntos.  La lista de nuestros miembros que contribuyen con la iglesia, sin duda está en segundo lugar, sólo después de la lista de contribuyentes de impuestos del gobierno de Estados Unidos».
Cuando se toma en cuenta el total de su capital activo, cualquiera puede darse cuenta que la Iglesia Católica es el corredor de bolsa más grande del mundo.  Independientemente de cada sucesión papal, el Vaticano ha enfocado su creciente interés en Estados Unidos.
El periódico The Wall Street Journal comentó, «que los tratos financieros del Vaticano, sólo en Estados Unidos, eran tan grandes que frecuentemente vendía o compraba oro en lotes de un millón de dólares o más a la vez».
La revista United Nations World Magazine calculó, que el tesoro en oro sólido del Vaticano llega a varios miles de millones de dólares.  Una gran cantidad está almacenada en lingotes de oro en el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos, y el resto se encuentra en bancos de Inglaterra y Suiza.  Sin embargo, esto es solamente una pequeña porción de la riqueza del Vaticano, la que sólo en Estados Unidos supera a la de las cinco corporaciones gigantes más ricas del país.
Si a todo esto le sumamos los bienes raíces, propiedades, bonos y acciones en el extranjero, obras de arte en el propio Vaticano, riqueza y ornamento de sus templos, entonces tenemos que la asombrosa acumulación de riqueza de la Iglesia Católica llega a ser tan grande que es difícil de evaluar racionalmente.
La Iglesia Católica es la mayor potencia financiera y propietaria de bienes que existe sobre la faz de la tierra.  Posee más riquezas materiales que cualquier otra institución, corporación, banco, fiduciaria, gobierno o estado en todo el mundo.  Por tanto, el Papa como administrador visible de esta inmensa riqueza, es la persona más rica del mundo.  Nadie puede calcular en forma realista a cuánto asciende su fortuna en términos de billones de dólares.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cada día mueren de hambre unos 16.000 niños en el mundo, eso sin contar los adultos que sucumben por la misma causa.  Es decir, que cada cinco segundos muere una persona de hambre en el planeta.  Se asegura que Juan Pablo II evidenció una gran pasión por la paz, la igualdad y una gran compasión por los pobres.  Y si era un santo tan generoso, tan magnánimo, ¿por qué no tomó tan siquiera alguna de sus vajillas de oro en el Vaticano o su trono de oro, y lo donó para aliviar el hambre de tantas personas?
También se dice que fue un hombre justo, que su reinado jamás se vio empañado por inmoralidad personal o corrupción, a diferencia de muchos otros de sus predecesores, y que además se opuso firmemente a males como el aborto, la eutanasia, la homosexualidad y los matrimonios entre personas del mismo sexo.  Que se opuso al comunismo y que le dio gran apoyo a los movimientos anticomunistas en Europa Oriental.
Siendo este hombre tan moral, ¿cómo es posible que tolerara el abuso y la corrupción en la Iglesia Católica?  A pesar de su nivel “tan alto” de moralidad, pasó por alto la inmoralidad tan propagada dentro de su iglesia.  Toleró la corrupción administrativa al trasladar a los sacerdotes ofensores de ciudad en ciudad y de país en país, para protegerlos contra la persecución por ser criminales.  Igualmente se negó a cambiar la doctrina antibíblica del celibato sacerdotal.
Sólo para que tenga una idea, en Estados Unidos, La Junta Nacional para Protección de los Niños y Jóvenes establecida por la Conferencia Norteamericana de Obispos Católicos, tuvo mucha dificultad para determinar el grado de abuso cometido en este país contra menores, por los sacerdotes católicos.
Muchas diócesis se negaron a cooperar y a aportar información, asimismo diversas organizaciones religiosas. Ahora tenga presente que aquí sólo se incluyó el abuso contra niños, sin contar las miles de situaciones en que los sacerdotes han sido acusados de mantener relaciones ilícitas con monjas, mujeres, hombres, y con los jóvenes seminaristas. Tampoco se hizo mención a las muchas vidas que han sido destruidas por el abuso de alcohol, drogas, violencia, suicidio y sexo sin protección en los seminarios.
Muchas de las víctimas se negaron a testificar por miedo a las represalias.  Tampoco se dijo nada sobre los múltiples abusos de toda naturaleza cometidos por los sacerdotes de esta iglesia, como robo, engaño y demás.  He aquí la conclusión de esta conferencia:
•    Sacerdotes, diáconos y obispos, acusados en Estados Unidos como pedófilos y pederastas entre 1950 al año 2000: 4.392.
•     Personas que los acusaron: 10.667. •    Edades de las víctimas:
* Menores de 7 años: 5,8%
* Entre 8 a 10 años: 16%
* Entre 11 a 14 años: 50,9%
* Entre 15 a 17 años: 27,3%
•    Sexo de las víctimas
* Niños: 81%
* Niñas: 19%
•    Tiempo que duró el abuso
*  38,4% de las víctimas dijeron que el abuso duró más de un año.
*  21,8% que fueron abusados por uno a dos años.
*  28% de dos a cuatro años, y el resto
*  11,8% por más tiempo.
Los abusos fueron cometidos en las residencias de los sacerdotes, en las iglesias, escuelas y otros lugares más. Ahora tenga bien presente, que esto sólo es Estados Unidos, y si contamos con que hay 195 países en el mundo, esto le dará una mejor idea.  Estas cifras tampoco incluyen los 800 sacerdotes que fueron removidos de sus ministerios por abuso en Estados Unidos, que no están incluidos en esta lista.
Esto fue lo que escribió Rod Dreher en un editorial publicado en el periódico Dallas Morning News: «Es un hecho triste, pero indiscutible... que como gobernador de la iglesia, Juan Pablo II fue un gran fracaso.  Lejos de ser el recto disciplinario que retrataron los medios noticiosos, siempre se negó a confrontar a los malos obispos, la mayoría de ellos nombrados por él mismo, y a impartir efectivamente y de acuerdo con su propio catecismo, su liderazgo pastoral en la iglesia».
Su pervertido ecumenismo
Otra de las cosas alarmantes que hizo durante su papado, y por lo cual fue aclamado mundialmente, fue acercarse a todas las religiones del mundo, en un intento por someterlas bajo la influencia de la Iglesia Católica.  Al hacer esto, comenzó a pavimentar el camino para el establecimiento de la religión mundial del Anticristo.
Un buen ejemplo de lo que estoy diciendo, fue lo que tuvo lugar en octubre de 1986, cuando Juan Pablo II invitó a los líderes de todas las religiones del mundo para que fuesen a Asís, Italia, a unirse con él para rezarle a sus dioses por la paz mundial.  Pero... ¿Es que acaso creía que los dioses de ellos eran reales?  ¿O sería que creía que los dioses de ellos eran iguales a los de él?  Uno de esos líderes que acudió fue Dalái Lama, quien es considerado por sus seguidores como un dios.  Pero entonces... ¿Fue que este hombre se rezó a sí mismo?
Esta extraña reunión de líderes espirituales fue atendida, entre otros por seguidores de Confucio, sintoístas, budistas, hindúes, wiccans, brujos africanos, chamanes de los indígenas norteamericanos y muchos otros representantes de todas las creencias paganas.  El Papa les dio la bienvenida con gran entusiasmo a todos.  ¡Qué gran contraste entre ese hombre y el gran profeta Elías, quien hizo descender fuego del cielo sobre los profetas del dios falso Baal!
Juan Pablo II fue el primer Papa en visitar una mezquita musulmana.  Fue el primero también en besar públicamente El Corán.  Es difícil creer que un “líder cristiano” le otorgue su bendición a un libro escrito por un hombre que estaba poseído por los demonios, ¡un libro que niega la Deidad de Jesús!  Juan Pablo llegó al extremo de proclamar al dios del islam, como el mismo Dios del cristianismo, cuando la realidad es que son tan opuestos como la luz a las tinieblas.
Juan Pablo II enseñó que después de ganar su salvación, al morir usted todavía tiene que ir a un lugar llamado purgatorio, para purgar por sus pecados mediante el sufrimiento.  La Biblia no hace mención a tal lugar.  Además, el propio concepto del purgatorio es una blasfemia contra Jesús, porque la Biblia dice que su sangre fue suficiente para expiar por todos nuestros pecados: “...Y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn. 1:7b).
Este hombre perpetuó la mentira de que Jesús es crucificado una y otra vez en el sacrificio de la misa que se celebra miles de miles de veces cada día en todas las iglesias católicas del mundo.  La Biblia enseña que el sacrificio del Señor Jesucristo sobre la cruz fue suficiente para proveer redención: “Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.  De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (He. 9:25, 26).  Fue por esa razón que sus últimas palabras sobre la cruz fueron:“Consumado es” (Jn. 19:30b).
Este hombre continuó con el mito de otorgarle santidad a personas muertas, para que otros les oren.  Durante su papado, canonizó un total de 500 “santos”, más que todos sus predecesores a lo largo de quinientos años.  No olvide que a los católicos se les anima a que recen a estas personas y que les pidan que intercedan por ellos.  Cuando Juan Pablo murió, un vocero del Vaticano lo declaró santo de inmediato, cuando dijo: «Hasta este día había estado rezando por el Papa, pero desde hoy le rezó a él». ¡Increíble!
La Biblia enseña que todas las recompensas serán entregadas por el propio Jesús ante el tribunal de Cristo:
•    “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (Jn. 5:22).
•    “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:10).
El cristianismo verdadero no es una religión, sino una relación personal.  Es por eso que Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn. 17:3).  Note que Jesús no dijo que la salvación se encuentra en ser miembro de una iglesia, ritos o buenas obras, sino en una relación personal con el Señor Jesucristo.
Esta relación comienza cuando experimentamos el nuevo nacimiento, cuando depositamos nuestra fe en Jesús como Señor y Salvador.  Es asombroso ver cuántos que profesan ser cristianos, niegan el nuevo nacimiento, porque el término los identifica con los cristianos evangélicos conservadores, a pesar que el Señor Jesucristo dijo que nadie puede entrar al cielo si no ha nacido de nuevo: “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn. 3:5).
Cuando usted habla con un católico, usualmente le dirá que espera ser salvo porque es miembro de la iglesia, o porque atiende misa regularmente. Uno de sus argumentos más comunes es que piensan que tienen bastante posibilidad de ir al cielo porque viven una vida mucho mejor que la de algunos de sus amigos o familiares.  Lo que no entienden es que Dios no evalúa a nadie por sus obras, sino de acuerdo con la cruz.
Es así como toda la supuesta bondad y justicia de Juan Pablo II, palidece en comparación con el daño incomparable que hizo al propagar las falsas doctrinas de Roma, por su avaricia al permitir tanta miseria en el mundo, mientras él mismo comía en vajillas de oro, y por permitir tanta corrupción dentro de su iglesia.
El pastor Barry Cameron, de la Iglesia Cristiana Crossroads en Grand Prairie, Texas, el día que Juan Pablo II murió, resumió así la vida de este hombre.  Dijo: «Durante su entero papado, predicó otro evangelio; propagó otro método de oración; promovió otro sendero al cielo; perpetuó otra forma de bautismo; persuadió a otra generación más para que siguiera enseñanzas fabricadas por el hombre, en lugar de seguir la Biblia; promovió a María por encima de Jesús; protegió a un número incontable de corruptos; y se elevó a sí mismo a una posición antibíblica de autoridad que no le correspondía.  ¿Cree que puede sorprenderle a alguien que haya ido ‘a otro lugar’?».
Mike Gendron, un ex católico que ahora dirige un ministerio para los católicos que se llama Proclamando el Evangelio, escribió el siguiente resumen sobre el papa Juan Pablo II: «Este Papa nunca reclamó ser Dios, pero se complació en que le llamaran con títulos que sólo están reservados para el Creador.  Le usurpó el nombre de ‘Santo Padre’ a Dios el Padre, de ‘Cabeza de la Iglesia’ al Señor Jesucristo, y de ‘Vicario de Cristo’ al Espíritu Santo, a quien Jesús prometió que enviaría en su lugar.  Juan Pablo a menudo se sentaba en pomposa arrogancia sobre su trono real de oro, mientras sus súbditos fieles se arrodillaban a sus pies.  Nunca rehusó ser adorado, tal como hiciera Pedro cuando Cornelio salió a recibirlo y se postró ante sus pies, y le ordenó de inmediato: ‘Levántate, pues yo mismo también soy hombre’ (Hch. 10:26)».
Este hombre no era “el Santo Padre”, sino un pecador como todo el resto de nosotros.  Él no podía ganar su camino al cielo, sino que ya tuvo que enfrentarse con el Dios Santo y Todopoderoso!