EL CATOLICISMO
ROMANO
Por John MacArthur
En el espíritu de ecumenismo del día de hoy, muchos evangélicos han llamado a la Iglesia
Protestante a hacer a un lado sus diferencias con la Iglesia Católica y buscar
la unidad con la misma. ¿Eso es posible? ¿Es el catolicismo romano simplemente
otra faceta del cuerpo de Cristo que debería ser traído a un punto de unión con
su contraparte protestante? ¿Es el catolicismo romano simplemente otra
denominación cristiana?
Mientras que hay
muchos errores en la enseñanza de la Iglesia Católica (por ejemplo su creencia
en la transubstanciación del agua de comunión y su “veneración” de María), dos
salen a la superficie y llaman a una atención especial: su negación de la
doctrina de sola scriptura y su negación de la enseñanza bíblica de la
justificación. Expresado de una manera simple, debido a que la Iglesia Católica
Romana ha rehusado someterse a sí misma a la autoridad de la Palabra de Dios, y
adoptar el evangelio de justificación enseñado en la Escritura, se ha apartado
a sí misma del verdadero cuerpo de Cristo. Es una forma falsa y engañosa de
cristianismo.
La Doctrina de Sola
Scriptura
En las palabras del
reformador Martín Lutero, la doctrina de Sola
Scriptura quiere decir que “lo que es afirmado sin las escrituras o
revelación probada puede ser considerado como una opinión, pero no necesita ser
creído. “El catolicismo romano claramente rechaza este principio, añadiendo a
una multitud de tradiciones y enseñanzas de la Iglesia y declarándolas como
obligatorias sobre todos los verdaderos creyentes- con la amenaza de
condenación eterna para aquellos que sostienen opiniones contradictorias.
En el catolicismo,
“la Palabra de Dios” incluye no sólo la Biblia, sino también los libros
Apócrifos, el Magisterio (la autoridad de la iglesia de enseñar e interpretar
la verdad divina), las declaraciones ex-cátedra
del Papa, y un cuerpo indefinido de tradición de la iglesia, algunas
formalizadas en la ley del canon y algunas aún no se han expresado mediante
escritos. Mientras que los protestantes evangélicos creen que la Biblia es la
prueba definitiva de toda verdad, los católicos romanos creen que la Iglesia
determina lo que es verdad y lo que no lo es. De hecho, esto hace de la Iglesia
Católica una autoridad más alta que la Escritura.
Los credos y las
declaraciones doctrinales ciertamente son importantes. No obstante, los credos,
las decisiones de concilios de iglesia, toda doctrina, y aún la iglesia misma
debe ser juzgada por la Escritura -no al revés. La Escritura debe ser
interpretada con precisión en su contexto al compararla con la Escritura-
ciertamente no de acuerdo a los deseos personales de uno. La Escritura misma es
por lo tanto el único estándar con autoridad absoluta para la fe y práctica de
todos los cristianos. Los credos protestantes y las declaraciones doctrinales
simplemente expresan el entendimiento colectivo de las iglesias de la
interpretación apropiada de la Escritura. En ninguna manera podrían los credos
y afirmaciones de las iglesias llegar a constituir una autoridad igual o más
alta que la Escritura. La Escritura siempre toma la prioridad por encima de la
Iglesia en el rango de autoridad.
Por otra lado, los
católicos romanos, creen que la piedra angular infalible de verdad es la
Iglesia misma. La Iglesia no sólo determina infaliblemente la interpretación
apropiada de la Escritura, sino que también suplementa la Escritura con
tradiciones y enseñanza adicionales. Esa combinación de tradición de la Iglesia
más la interpretación de la Escritura por parte de la Iglesia, es lo que
constituye la autoridad absoluta para la fe y práctica de los católicos.
Realmente la Iglesia Católica se coloca a sí misma por encima de la Sagrada
Escritura en rango de autoridad.
...debido a que
la Iglesia Católica Romana ha rehusado someterse a sí misma a la autoridad de
la Palabra de Dios, y adoptar el evangelio de justificación enseñado en la
Escritura, se ha apartado a sí misma del verdadero cuerpo de Cristo.
La Doctrina de la Justificación
De acuerdo al
catolicismo romano, la justificación es un proceso en el cual la gracia de Dios
es derramada al corazón del pecador, haciendo que esa persona sea
progresivamente más justa. Durante este proceso, es la responsabilidad del
pecador preservar e incrementar esa gracia por varias obras buenas. El medio a
través del cual la justificación es inicialmente obtenida no es fe, sino el
sacramento del bautismo. Además, la justificación es perdida cuando el creyente
comete un pecado mortal, tal como odio o adulterio. En la enseñanza de la
Iglesia Católica Romana, entonces, las obras son necesarias tanto para comenzar
como para continuar el proceso de justificación.
El error en la
posición de la Iglesia Católica en referencia a la justificación puede ser
resumido en cuatro argumentos bíblicos. En primer lugar, la Escritura presenta
la justificación como instantánea, no gradual. Haciendo un contraste entre el
fariseo orgulloso y el recaudador de impuesto quebrantado, arrepentido, que
golpeó su pecho y oró humildemente por misericordia divina, Jesús dijo que el
recaudador de impuestos “descendió a su casa justificado” (Lucas 18: 14). Su justificación fue instantánea,
completa, antes de que llevara a cabo obra alguna, basada únicamente en su fe
arrepentida. Jesús también dijo, “De cierto, de cierto os digo; el que oye mi
palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación,
mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). La vida eterna es la posesión
actual de todos los que creen - y por definición la vida eterna no puede ser
perdida. El que cree inmediatamente pasa de la muerte espiritual a la vida
eterna, porque esa persona es instantáneamente justificada (Vea Ro. 5:1,9;
8:1).
En segundo lugar, la justificación
quiere decir que el pecador es declarado justo, no hecho justo. Esto va de la
mano con el hecho de que la justificación es instantánea. No hay proceso que
deba ser llevado a cabo -la justificación es puramente una realidad forénsica,
una declaración que Dios hace del pecador. La justificación lleva a cabo en la
corte de Dios, no en el alma del pecador. Es un hecho objetivo, no un fenómeno
subjetivo, y cambia el estatus del pecador, no su naturaleza. La justificación
es un decreto inmediato, un veredicto divino en el cual Dios declara al pecador
creyente “no culpable”, justo a Sus ojos.
En tercer lugar, la
Biblia enseña que la justificación quiere decir que la justicia es imputada, no
infundida. La justicia es “contada”, o acreditada a la cuenta de aquellos que
creen (Ro. 4:3-25). Están justificados delante de Dios no debido a su propia
justicia (Ro. 3:10), sino debido a una justicia perfecta fuera de sí mismos que
les es contada por la fe (Fil. 3:9) ¿De dónde viene esa justicia perfecta? Es
la justicia misma de Dios (Ro. 10:3), y es poseída por el creyente en la
persona de Jesucristo (1 Co. 1:30). La justicia perfecta de Cristo es
acreditada a la cuenta personal del creyente (Ro. 5:17, 19), tal como la
culpabilidad total del pecado del creyente fue imputada a Cristo (2 Co. 5:21).
El único mérito que Dios acepta para la salvación es el de Jesucristo; nada que
el hombre pueda hacer podría ganar el favor de Dios o añadir algo al mérito de
Cristo.
Finalmente en cuarto
lugar, la Escritura claramente enseña que el hombre es justificado únicamente por la fe, no por la fe más obras.
De acuerdo al Apóstol Pablo, “Y si por gracia, ya no es por obras; de otra
manera la gracia ya no es gracia” (Ro. 11:6). En otro lugar Pablo testifica,
“Porque por gracia sois salvos por medio
de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9, énfasis
añadido; vea Hechos 16:31 y Ro. 4:3-6). De hecho, a lo largo de la Escritura es
claramente enseñado que “el hombre es justificado por fe sin las obras de la
ley” (Ro. 3: 28; vea Gá. 2:16; Ro. 9:31-32; 10:3).
En contraste, el
catolicismo romano coloca un énfasis indebido en las obras humanas. La doctrina
católica niega que Dios “justifica al impío” (Ro. 4:5) sin primero hacerlo
piadoso. Las buenas obras por lo tanto se vuelven la base de justificación.
Como miles de personas que eran católicas testificarán, la doctrina y la
liturgia católicas oscurecen la verdad esencial de que el creyente es salvado
por gracia por medio de la fe y no por sus propias obras (Ef. 2:8-9). En un
sentido simple, los católicos genuinamente creen que son salvados haciendo
bien, confesando pecado, y observando ceremonias.
Añadir obras a la fe
como la base de la justificación es
precisamente la enseñanza que Pablo condenó como “un evangelio diferente” (vea
2 Co. 11:4; Gá. 1:6) Nulifica la gracia de Dios, ya que si la justicia por
mérito puede ser ganada a través de los sacramentos, “entonces por demás murió
Cristo” (Gá. 2:21). Cualquier sistema que mezcla obras con gracia, es entonces,
“un evangelio diferente” (Gá. 1:6), un mensaje distorsionado que es considerado
anatema (Gá 1:9), no por un concilio de obispos medievales, sino por la Palabra
de Dios misma que no puede ser quebrantada. De hecho, no es exagerado decir que
la posición del catolicismo romano de la justificación la coloca como una
religión totalmente diferente de la verdadera fe cristiana, ya que es contraria
al evangelio simple de gracia.
Mientras la Iglesia
Católica continúe afirmando su propia autoridad y someta a su gente a “otro
evangelio”, es el deber espiritual de todos los verdaderos cristianos oponerse a la doctrina del catolicismo
romano con verdad bíblica y llamar a todos los católicos a la verdadera
salvación. Al mismo tiempo, los evangélicos
no deben de doblar la rodilla ante las presiones de unidad artificial. No
pueden permitir que el evangelio sea oscurecido y no pueden tener amistad con
la religión falsa, no sea que se vuelvan participantes de sus obras malas (2
Juan 11).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tenga la libertad de expresar su opinión con el debido respeto. Puede o no identificarse.