“Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2: 10)
La palabra que se traduce por “escogidos”, es la palabra “eklectos” en griego, y significa: escogidos o elegidos.
Aquí el apóstol Pablo está
explicando algo que ya ha sido dicho a lo largo de las epístolas y en
los evangelios (Mt. 22: 14; 24: 24; Jn. 6: 44; Hchs. 13: 48; Ro. 8: 33;
Ro. 11: 7; Col. 3: 12; 2 Ts. 2: 13; Tit. 1: 1, 2; Ef. 1: 4; 1 Pr. 1: 2
etc.), que existen “ekclectos”, o escogidos de Dios para ser
salvos, y que por tanto, no todos los hombres recibirían la salvación,
sino solamente aquellos elegidos por el Padre.
Pablo expresa su intención de
soportar (que en griego implica: perseverar, sufrir, tener paciencia,
avanzar) por amor a esos escogidos – él mismo entre ellos – para que al
fin se cumplan los designios irrevocables de Dios de salvación en
cuanto a esos escogidos. Evidentemente, en el caso de Pablo eso ya se
había producido.
Nótese que dice “obtengan”, en
el griego original, la traducción literal es: “alcanzar el propósito”.
Por lo tanto el propósito de Pablo era el de cumplir con esa
responsabilidad como cristiano militante: llevar el Evangelio a los
escogidos para que fueran salvos. Esa es la labor de la Iglesia
también.
Obviamente, Pablo, (ni nadie
humano), sabía, ni sabe quiénes son esos escogidos, de ahí que la
predicación del Evangelio ha de ser hacia todos los hombres.
Aclaro: no es que si no hacemos
bien nuestra labor al respecto, se perderán los escogidos de Dios,
porque eso es imposible. La obra de Dios es suya, y la cumplirá,
solamente que Él nos ha dado el privilegio de participar en ella (He.
3: 1)
Ahora, el punto aquí es el
siguiente. ¿Quién elige, Dios, o el hombre? La Biblia dice que los
elegidos lo son de parte de Dios, y no que el hombre elija a Dios. En
ningún lugar de la Escritura encontramos que el hombre elija a Dios, si
Dios no le ha elegido antes.
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros…” (Juan 15: 16)
Es el mismo concepto del pacto. Es Dios quien pacta con el hombre, jamás el hombre pacta con Dios.
El hombre nada puede hacer primero, si Dios no lo hace antes.
Por lo tanto, la elección de
Dios no está basada en nuestra hipotética elección posterior, o algo
así como que Dios nos eligió porque sabía que le íbamos a elegir. No
está basado en esto, no tiene que ver nada el asunto de una hipotética
elección del hombre.
Ahora bien, ¿cómo nos describe la Escritura este proceso?
“quien nos salvó y
llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según
el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de
los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1: 9)
Esta escritura lo explica con
excelsa claridad. Dios nos salvó porque nos llamó (Ro. 8: 29) con
llamamiento santo, es decir con llamamiento exclusivo y personal,
apartados para Él; no conforme a mérito, obra o virtud alguna nuestra
(en nuestra vida anterior), sino simplemente conforme a Su propósito y
Su gracia (o poder para realizar esa obra de salvación por Cristo)…
¿Cuándo? ¿Cuando la persona escucha el Evangelio y entonces decide
“aceptar a Cristo”? No: desde “antes de los tiempos de los siglos”.
“…con llamamiento santo…”:
El llamamiento divino no es una invitación general a los pecadores para
que crean en el Evangelio y se salven (posicionamiento arminiano),
sino que es el llamamiento eficaz, es decir, conforme a la voluntad
explícita y soberana de Dios, para salvar a Sus escogidos: (ej.) “…a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos…” (Ro.
1: 7); una proclamación a todos aquellos que debían exactamente
alcanzar la salvación provista por Dios desde antes de los tiempos.
Este llamamiento eficaz, tiene
como resultado una santidad imputada (justificación), e impartida
(santificación), y por último, con la venida de Cristo, completa
(glorificación) 1 Juan 3: 2b.
“El hombre natural está
depravado totalmente por efecto de la caída (Ro. 5: 12); por él mismo
no puede, ni quiere escoger a Dios, sin la intervención previa de Dios
por Su Espíritu”
Inscritos en el libro de la vida del Cordero
“No entrará en ella
ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente
los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” Ap. 21: 27
“Y la adoraron [a
la Bestia] todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban
escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el
principio del mundo” Ap. 13: 8
Hermanos, los salvos son el
resultado de la previa elección de Dios que Él realizó antes de que
hiciera Su creación; ni uno más, ni uno menos. Él tiene escrito en Su
libro los nombres de todos y cada uno de esos salvos. El número y
nombre de los salvos lo supo Dios desde la eternidad.
La pregunta entonces es simple y
evidente: Si Dios ha escogido a todos los que serán salvos, y ya los
tiene escritos en Su libro, ¿es que se puede perder alguno de ellos?
Nótese que estamos hablando de
los verdaderamente salvos, de esos que Dios conoce; no de aquellos que
profesaron ser cristianos (Ti. 1: 16; 2 Pr. 2: 21; 2 Ti. 3: 1-5; Jud.
19) pero que nunca estuvieron escritos sus nombres en el libro de la
vida del Cordero.
Dios está viendo a todos los
salvos, glorificados, y reinando con Cristo. Dios ya ve la Iglesia
glorificada y en el estado eterno… y hermanos, lo que Dios ve, es que
es realidad absoluta. Esa es nuestra fe, y nuestra creencia.
SOLI DEO GLORIA
Dios les bendiga
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Noviembre 2011
Noviembre 2011
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