viernes, 13 de julio de 2012

GUERRA DE LOS SEIS DIAS


La guerra de los seis días

El comienzo de este conflicto es tan antiguo como los dos hijos de Abraham, Isaac e Ismael.  El desenlace se inició a finales del siglo XIX, con el auge del Sionismo como un resultado del juicio a un oficial judío del ejército francés acusado de traición, llamado Alfred Dreyfus. 
Theodor Herzl, un periodista judío, estaba cubriendo el juicio y en el curso de los acontecimientos finalmente se dio cuenta que a Dreyfus se le acusaba falsamente por el sólo hecho de ser judío.  Al advertirse de eso, Herzl quedó convencido de que los judíos nunca estarían a salvo sin un territorio propio, fue así como nació el Sionismo moderno.
Dos eventos históricos claves en esta historia ocurrieron a principios del siglo XX.  Primero, durante la I Guerra Mundial, los británicos bajo el mando del general Edmund Allenby, rescataron a Jerusalén de mano de los turcos otomanos en 1917.  Hasta ese tiempo, Jerusalén y todo el territorio de Israel eran regiones del imperio otomano, con su capital en Estambul.  El escritor Mark Twain visitó a Jerusalén en el siglo XIX y registró que se trataba de una  ciudad vieja, sucia y en ruina total.
Cuando los judíos sionistas comenzaron a llegar en pequeños grupos a su tierra, compraron territorios a propietarios ausentes, recibiendo en la mayoría de los casos las porciones más indeseables de tierra a precios elevadísimos.  Sin embargo, los judíos terminaron por transformar pantanos y desiertos en floridos kibbutzim (cooperativas agrícolas).  Con el aumento de oportunidades económicas en Israel, más y más musulmanes comenzaron a trasladarse a la región para aprovecharse de la prosperidad.
El segundo evento clave tuvo lugar cuando los británicos promulgaron la Declaración Balfour, declarando que el gobierno de su majestad veía con favor el «establecimiento de una nación para el pueblo judío en su tierra».
De la misma forma como aumentaba el número de judíos en Israel, aumentaban también las tensiones entre árabes y judíos, las que terminaron por llegar a su clímax con la refundación del Estado de Israel.  En 1948 las Naciones Unidas determinaron dividir el territorio de Israel en dos estados, uno para los judíos y otro para los árabes: Jordania.  Los árabes rechazaron esta división y atacaron el nuevo estado judío, iniciando la guerra israelí de independencia en 1948.
Durante este tiempo los árabes que residían en el naciente Estado de Israel abandonaron sus hogares para evitar quedar atrapados en medio del conflicto.  Este grupo de refugiados se convirtió en lo que conocemos como los palestinos de hoy.  Muchos huyeron a Jordania y otros estados vecinos, donde fueron colocados en campos de refugiados sin ser nunca asimilados en la cultura de estos países.  Aunque la gran mayoría de los refugiados originales de 1948 ya han muerto, muchos de sus descendientes todavía viven en campamentos y exigen su derecho a regresar a sus antiguos hogares en el territorio de Israel.
Israel de manera consistente expresó su deseo de negociar con sus vecinos.  En una alocución ante la Asamblea General de las Naciones el 10 de octubre de 1960, Golda Meir, ministra de Asuntos Exteriores retó a los líderes árabes a que se reunieran con el primer ministro David Ben-Gurion para negociar un acuerdo de paz.  Gamal Nasser, presidente de Egipto, respondió el 15 de octubre, afirmando que Israel estaba tratando de engañar a la opinión mundial, reiterando que su país nunca reconocería el estado judío.
Los árabes fueron igualmente inexorables en su rechazo a negociar un arreglo separado para los refugiados, tal como expresó Nasser ante la Asamblea Nacional de las Repúblicas Árabes Unidas el 26 de marzo de 1964.
Mientras tanto, Siria usó las Alturas de Golán, cuyo pico más elevado es el monte Hermón con una altura de 2.814 metros por encima de Galilea, para bombardear las granjas y villas israelitas.  Los ataques de Siria se hicieron más frecuentes en 1965 y 1966, mientras que la retórica de Nasser se hizo cada vez más belicosa, declarando el 8 de marzo de 1965: «No entraremos a Israel cubiertos con la suciedad de la tierra, entraremos con la suciedad saturada en sangre».
Mientras Nasser continuaba sus discursos amenazando a Israel, los ataques terroristas se hacían más frecuentes.  En 1965 fueron conducidos 37 asaltos sorpresa en contra de Israel.  En 1966 el número aumentó a 41, mientras que en el primer mes de 1967, tuvieron lugar 37.
Moshe Dayan había sido nombrado ministro de defensa de Israel, unos días antes de que Siria atacara un kibbutz israelí desde las Alturas de Golán.  Esto hizo que ordenara un contraataque el 7 abril de 1967, durante el cual aviones israelíes derribaron seis aeronaves sirias MIG.  Poco tiempo después de esto, la Unión Soviética, la cual le había estado proveyendo ayuda militar y económica a Siria y Egipto, informó a Damasco que supuestamente los israelitas estaban llevando a cabo una concentración militar masiva en preparación para un ataque.  A pesar de la negativa de Israel, Siria invocó su pacto de defensa con Egipto.
El 15 de mayo, el día de la independencia de Israel, las tropas egipcias comenzaron a desplazarse hacia la península del Sinaí, terminando por congregarse cerca de la frontera con Israel.  El 18 de mayo, las tropas sirias y jordanas, respaldadas por Iraq, Kuwait, Arabia Saudita, Sudán y Argelia estaban preparadas para la batalla a lo largo de las Alturas de Golán.
El 16 de mayo, Nasser le pidió a la fuerza de emergencia de las Naciones Unidas estacionadas en la península del Sinaí desde 1956 que se retiraran.  El secretario general Sithu U Thant, sin plantearle el asunto a la asamblea general, acató la demanda y ordenó el retiro de las tropas.
El 22 de mayo, Egipto cerró el estrecho de Tiran a todas las embarcaciones israelitas y a los buques anclados en Eliat.  Esta acción de Egipto bloqueó el golfo de Aqaba, ruta vital para la navegación israelí, acto considerado por Israel como una agresión.
En las primeras horas del 5 de junio, las pantallas del radar israelí indicaron la aproximación de aviones egipcios y de unidades acorazadas que avanzaban hacia la frontera de Israel.  Las tropas ya estaban preparadas.  Al mando del comandante general Isaac Rabin habían sido movilizadas desde el 20 de mayo, para hacer frente a los masivos ejércitos árabes que cubrían las fronteras.
Aquella mañana las fuerzas aéreas de Israel, efectuaron un ataque descubierto con objeto de destruir la aviación egipcia y sus aeródromos.  En vuelo casi a ras del suelo, en plano inferior a las pantallas de radar enemigas, los aviones israelíes destruyeron eficazmente la fuerza aérea egipcia.  A pesar del elevado grado de alerta, los egipcios fueron tomados por sorpresa.  En menos de tres horas, quedaron destruidos en tierra 391 aparatos más otros 60 derribados en combate aéreo, mientras que Israel perdía sólo 19 aviones.  Esta brillante operación aérea proporcionó a Israel una total superioridad en el aire, sirviendo así de apoyo a las operaciones en tierra.
Mientras la fuerza aérea destrozaba el poderío bélico árabe, el Mando Sur de Israel avanzaba con sus tropas, enfrentándose a los ejércitos egipcios.  Se desplazaron rápidamente, ocuparon la Franja de Gaza y alcanzaron la península del Sinaí.  Al mismo tiempo luchaban contra los jordanos en la parte antigua de Jerusalén y proseguían hacia Siria.
A las 8:30 del 7 de junio de 1967, el coronel Mordechai Gur, comandó tres batallones de soldados en un ataque por dos lados diferentes que se extendió hasta la ciudad antigua y el monte del templo.  Respaldadas por aire y fuego de tierra, las fuerzas israelitas avanzaron en dirección sur desde el monte Scopus y el sector norteamericano de Jerusalén.  Al escribir sobre las guerras árabes-israelitas, Chaim Herzog hizo este relato acerca de su climática llegada al lugar del templo antiguo: «Gur en su semitractor tomó el liderazgo del tercer batallón, el cual apoyado por un grupo de tanques, se fue aproximando a la puerta de San Esteban y encabezó la entrada hacia la ciudad antigua.  Él fue seguido rápidamente por tres batallones de su brigada.  Desde el área amplia y descampada del monte del templo, las unidades de Gur se fueron diseminando a fin de limpiar el territorio de cualquier resto de enemigos que hubieran permanecido, pero aparte de francotiradores ocasionales, encontraron muy poca resistencia.  El gran volumen de las fuerzas jordanas se había retirado.  De tal manera que a las 10, las fuerzas israelíes habían llegado al lugar más sagrado de los judíos, el Muro de las Lamentaciones.  En esta ocasión histórica, una ceremonia breve y conmovedora marcó lo que fue considerado por los israelitas como uno de los momentos más importantes en su larga historia nacional.  A este punto, los líderes árabes laicos se presentaron ellos mismos ante el coronel Gur y le informaron que no habría más resistencia organizada».
Para el mundo, y particularmente para los cristianos expectantes alrededor del planeta, tal parecía que Jerusalén finalmente estaba bajo el control de los judíos.  A primera vista, la evidencia era lo suficientemente clara.  Jerusalén antigua había quedado bajo la administración judía por primera vez desde el primer siglo, cuando tuvo lugar el asedio romano.  Tristemente, la apariencia no era el hecho.  El más precioso pedazo de propiedad en toda Jerusalén, el monte del templo con la Cúpula de la Roca cubierta con azulejos, permaneció bajo el control árabe.
Por cerca de un día, desde el miércoles 7 de junio al jueves 8 de junio, el monte del templo estuvo de hecho bajo el control de la fuerza de defensa israelí.  Luego una directiva del primer ministro de defensa israelí, Moshe Dayan, le devolvió la custodia del lugar antiguo a los árabes.  La mezquita de Omar y Al Aqsa, quedaron bajo el gobierno de los jurisconsultos musulmanes.
¿Por qué?  Porque a la conclusión de la Guerra de los Seis Días, los líderes israelitas de inmediato se apresuraron a concretar pactos de paz con los jordanos y otros vecinos árabes, creyendo que iban a durar.  Por primera vez en su historia moderna, Israel había estructurado una poderosa fuerza de defensa.  Hacia el sur, la península del Sinaí actuó como una zona de amortiguamiento.  El control de la Banca Occidental y el río Jordán mantuvieron al enemigo a distancia en el oriente.
Los historiadores hacen notar que el general Dayan no quería atacar a Siria por temor de involucrar a los rusos.  Su deseo, al igual que el de los políticos, era buscar el favor del rey Hussein y otra realeza árabe.  Con sus dos mezquitas el monte del templo fue ofrecido como un medio para apaciguar al mundo árabe.  Desde ese tiempo hasta hoy, el hecho frío es que el monte del templo ha permanecido bajo el control firme de los jurisconsultos musulmanes.  Una solución política pospuso el desarrollo profético de lo que parecía que iba a cumplirse en un momento.
El 10 de junio cuando cesaron los combates, Israel controlaba la totalidad de la península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, con la totalidad de la ciudad de Jerusalén, y las estratégicas Alturas de Golán en Siria.  Había conquistado un territorio cuatro veces mayor que el suyo propio en 1949, y albergaba en sus nuevas fronteras una población árabe de un millón y medio de personas.
En menos de seis días, Israel perdió 777 militares en combate; 2.586 de sus hombres (muchos de ellos oficiales fueron heridos); 17 de ellos en su mayoría pilotos fueron hechos prisioneros.  Por su parte, las bajas en los ejércitos árabes sumaron 15.000 muertos y 6.000 prisioneros, más un gran número de desaparecidos.
Israel actuando solo, derrotó a tres de sus vecinos, apoyados por numerosos países árabes, en lo que se recordará como una de las campañas militares más rápidas y de mayor éxito en la época actual.  Destruyeron más de 400 aviones árabes, de estos unos 60 en el aire.  Capturaron unos 800 tanques y destrozaron completamente a muchos otros.
El valor del equipo militar perdido por los árabes durante la Guerra de los Seis Días ascendió a más de 1.000 millones de dólares, cifra que constituía aproximadamente el 70% del equipo pesado de tres ejércitos árabes.  La unidad, cohesión, disciplina y decisión del pueblo de Israel se unieron en perfecta simbiosis, con la explosión sin precedentes de identificación y simpatía de los judíos del mundo entero, así como la ayuda de los no judíos de otros muchos países.
Al final de esta corta guerra, Israel estaba en posesión de 68.672 kilómetros cuadrados de territorio que antes se hallaban en manos de los árabes, lo que equivalía a unos 1.115 kilómetros cuadrados en las Alturas de Golán, 5.870 en Judea y Cisjordania, 360 en la Franja de Gaza, y 61.175 en la península del Sinaí.
El final de la guerra de 1967 representó un trauma para el mundo árabe y creó unas expectativas de posibles e inminentes negociaciones, en las que Israel podría actuar desde una posición de fuerza, sin embargo Israel no lo hizo, mientras que los árabes por su parte reiniciaron su hostigamiento contra las nuevas posiciones de las fuerzas israelíes.
Un estudio realizado por el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres, resumió la campaña así: «La tercera guerra árabe-israelí probablemente será tema de estudio en las escuelas y tal estudio posiblemente se haga durante muchos años».  Al igual que las campañas de Napoleón, la capacidad y logística de las tropas israelíes han proporcionado un libro de texto que ilustra todos los principios clásicos de la guerra: velocidad, sorpresa, concentración, seguridad, información, ofensiva y, sobre todo, lo que concierne a la instrucción y moral de las tropas.
Milagros ocurridos durante la Guerra de los Seis Días
     Este fue el titular que apareció publicado en la edición del 26 de junio de 1967 del periódico Jerusalem Post: «Huestes celestiales invisibles no vistas por hombres mortales, visitaron a los israelitas cuando estaban amenazados con destrucción por los egipcios».  Y continuaba diciendo:
•   «Cientos de camiones y vehículos armados se estropearon cerca del frente de batalla.
•   Tal parece que el sistema de radar egipcio se dañó por completo.  En el Cairo se escucharon las alarmas después que los aviones israelíes habían atacado los aeropuertos y volaban ya de regreso a casa.  En varias ocasiones se oyó decir que ‘Todo estaba bien’, mientras los aviones israelitas se aproximaban al blanco.
•   Las tropas que retornaban del frente en la península del Sinaí hablaban de una falla de los militares estrategas y en las comunicaciones.
•   Enteros regimientos fueron rodeados cuando quedaban expuestos sus flancos por retiradas carentes de coordinación.
•   La jefatura militar egipcia tenía muy poco control sobre sus ejércitos después que comenzó la batalla.
•   Columnas de camiones y tanques quedaron abandonados por falta de combustible y repuestos.
•   La disciplina a menudo colapsó ante el asalto de las tropas israelitas.
•   Un coronel cuyo vehículo se descompuso fue ignorado por los conductores de sus ejércitos a pesar de hacer señales con una bandera pidiendo un transporte alterno.
•   Egipto tenía algunas de sus tropas élite de ataque en el desierto de Sinaí, veteranos de la campaña de Yemen.  La mayoría de estas unidades fueron destruidas.
•   Israel se apropió de toneladas de equipo militar ruso por valor de 2.000 millones de dólares, consistente de tanques, armas pequeñas y municiones, que quedaron esparcidos por toda la península del Sinaí.
•   Dos trenes cargados con gas venenoso también fueron encontrados en la península del Sinaí».
Una vez más Israel fue salvado y librado milagrosamente de sus enemigos, gracias a la intervención maravillosa del Todopoderoso, tal como lo hiciera tantas veces en el pasado.  Ese mismo Dios todavía promete:
•   “Oíd palabra de Jehová, oh naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño.  Porque Jehová redimió a Jacob, lo redimió de mano del más fuerte que él.  Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion, y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor” (Jer. 31:10-12).
•   “Pero serán consumidos todos los que te consumen; y todos tus adversarios, todos irán en cautiverio; hollados serán los que te hollaron, y a todos los que hicieron presa de ti daré en presa.  Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda” (Jer. 30:16, 17).

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