jueves, 7 de febrero de 2013

LA ELECCIÓN SOBERANA DE DIOS


¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados (Mt. 10: 29, 30)

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero” (Juan 6: 39)

Argumentando sobre la elección de Dios


El asunto de la elección divina es un reto impresionante para la mente humana, pero hay que asumirlo. Hermanos, o es Dios el Soberano o lo es el hombre (esto último, en la imaginación de quien así piense, claro). Justamente ese es el dilema que batalla contra nuestro entendimiento tan humanista.
Pero como cristianos, si decimos que rendimos nuestras vidas a Él, entonces, hagámoslo de verdad y no solamente como una mera liturgia evangélica.
La doctrina de la elección divina presenta evidencias que son claras ante nuestros ojos, y la selección y ordenación divinas no están limitadas a la elección de los que han de ser salvos de entre muchos, sino a todo aspecto de la vida. Dios es quien lo ordena todo. Pongamos ejemplos: nadie decide nacer, o no nacer. Nadie decide dónde nacer, en qué país, quienes van a ser sus padres, nadie decide de qué raza vaya a ser o que lengua vaya hablar, o cuando vaya a morir, etc. nadie decide, sólo Dios decide. Ahí tenemos la elección Dios.
Siendo así que todo en la vida es producto de Aquél que rige los destinos de todas las cosas, ¿Es mucho problema creer que también rige los asuntos de la salvación de los hombres? ¿Qué nos impide creer esto; nuestra tradición religiosa, nuestro orgullo religioso, nuestro temor…?

“¿Pudo cada una de esas personas ELEGIR existir? No. ¿Lo eligió Dios? Sí.

“¿Pudo cada una de esas personas ELEGIR existir? No. ¿Lo eligió Dios? Sí.
Aquellos sistemas del pensamiento religioso que exigen que la doctrina de Dios se acomode a la noción de supremacía del hombre, que empiezan por el hombre, defienden al hombre y glorifican al hombre, son fundamentalmente falsos y, por tanto, producen un error que deshonra a Dios (1)

La Biblia empieza diciendo “En el principio Dios”. Siendo así, ¿Qué problema existe en creer que el que hizo Su obra, la planeó, la ejecutó, la llevará a cabo con perfección infinita, en todo cuanto se ha propuesto? Dios no es hombre. Dios es Dios.

Si hablamos de verdadera fe, de verdadera creencia, entonces debemos admitir que todo comienza con Dios y sigue con Dios con el fin de glorificar a Dios, y todas sus criaturas deberán acomodarse al plan, orden y designio del Creador. Alguien dirá aquí, ¿Y el pecado, es designio de Dios? Obviamente no, pero es motivo para Dios de ejercer su gracia y misericordia, porque Dios es amor.

“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Ef. 1: 4-6)
En este texto leemos con claridad meridiana el obrar electivo de Dios conforme a su soberanía.

Dios ha escogido algunos para salvación, pero no a todos. Esta es una verdad escritural que es resistida por algunos, pero es debido a que no tienen una debida comprensión de la naturaleza de Dios, y de la posición que Él ocupa en relación con sus criaturas. Todo ello sólo se puede entender por revelación. Escribe Lewis S. Chafer:
“Se nos manifiesta con relación a los individuos que han sido escogidos por el Señor (Ro. 16: 13), escogidos para salvación (2 Ts. 2: 13), escogidos en Él antes de la fundación del mundo (Ef. 1: 4), predestinados para ser adoptados hijos suyos (Ef. 1: 5), elegidos según la presciencia de Dios (1 Pr. 1: 2), vasos de misericordia que Él preparó de antemano para gloria (Ro. 9: 23). No puede ponerse en duda que estos pasajes hacen referencia a un acto de Dios por el que algunos son escogidos, mas no todos (2)

La elección divina fue ejecutada desde toda la eternidad: todas las cosas que se refieren a la historia humana fueron determinadas en los consejos eternos de Dios antes de la creación del hombre, y muy en concreto en relación a los que íbamos a ser familia de Dios. Veamos tres pasajes al respecto:
“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Ef. 1: 4); “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Ti. 1: 9); “Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos (Hchs. 15: 18)

Los que se oponen a la doctrina de la elección, enseñan que la elección tiene lugar en el momento en que la persona acepta a Cristo, y que lo que Dios se propuso desde la eternidad fue meramente el envío del Evangelio a los hombres, por ello, enseñan que los hombres son elegidos solamente en cuanto a que ejercitan su propia voluntad al aceptar el ofrecimiento de la gracia divina. No obstante la Escritura es muy clara, echando esos argumentos por el suelo:
“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo 
(2 Ts. 2: 13- 14)

Como leemos, se nos dice que la elección para salvación es “desde el principio”, lo cual se corresponde con la declaración del evangelio de Juan al respecto: “En el principio” (Jn. 1: 1). La elección fue hecha antes de los tiempos.

“Dios dispuso todas las cosas al mínimo detalle desde la eternidad, antes de crearlas”

“Dios dispuso todas las cosas al mínimo detalle desde la eternidad, antes de crearlas”

Elección, presciencia, predestinación

La elección no se apoya meramente en la presciencia: existe una obvia distinción entre presciencia y predeterminación, y eso ha dado pie a discusiones. Por parte de algunos, defienden que Dios mediante su presciencia, hizo la separación entre los que de su propia elección habían de aceptar la salvación, y los que la habían de rechazar, y, utilizando esa información, pudo predestinar a los que Él supo que habían de creer.

Esta manera de entender a Dios, le hace ser un dios pequeño y limitado, en este caso al hombre, quien es quien a la postre decide como soberano. Este planteamiento ataca el principio de la Soberanía de Dios. En cambio, escribe muy acertadamente Chafer:
“El carácter superficial de esta noción (la predestinación por la presciencia) puede verse en el hecho de que la presciencia y la predeterminación o predestinación, no pudieron ser situados como en una secuencia, pues nada pudo ser conocido de antemano como cierto sin haber sido hecho cierto por la predeterminación, ni pudo ser predeterminado lo que no era conocido de antemano” (3)

Dicho de manera más sencilla, sobre el asunto de la salvación, Dios conoció de antemano lo que decidió que iba a ser, es decir, a quiénes iba a salvar, y en ese sentido, lo previamente conocido debía ser predeterminado, así como lo hizo.
Tres pasajes bíblicos confirman esta declaración:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó” (Ro. 8: 29) Este pasaje nos habla clarísimamente de la elección de Dios de aquellos que iban a ser destinados a la salvación. No es que les conoció en cuanto a que les vio en este mundo y entendió que había algo suficientemente aprovechable en ellos a modo de virtud o similar para luego predestinarlos para ser salvos, lo cual implicaría algún supuesto mérito por parte de los elegidos, contrariando la Escritura (Ef. 2: 9), sino que les conoció en términos de eternidad. El verbo que se traduce por conocer, es “proegno”, y significa conocer de antemano.

En 1 Pedro 1: 2, el apóstol se dirige a los fieles como “elegidos según la presciencia de Dios”, y en Hechos 2: 23, encontramos el designio de Dios en cuanto a Cristo: “a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios”. Ahora, si Cristo fue elegido conforme a determinación divina, ¿podemos imaginar algo diferente en cuanto a los santos? Obviamente, con mayor motivo, no.

La Escritura declara que todo lo que llega a suceder, está predeterminado por Dios, y no meramente previsto, y siempre con una proyección eterna.

Si cedemos diciendo que el hombre que Dios iba a salvar, cumplía con unos requisitos de bondad, virtud, o similares, etc. entonces le concedemos a ese hombre un valor moral en sí mismo que no tiene (Is. 64: 6; Gn. 8: 21; Ef. 2: 1)

Si cedemos diciendo que el hombre que Dios iba a salvar, lo hizo porque Él entendió que Le iba a aceptar, entonces negamos por completo la soberanía de Dios en cuanto a la elección, concediendo que quien elige a Dios es el hombre, lo cual contradice la Escritura.
En ambos casos, se le atribuiría al hombre una obra meritoria, que la Escritura no contempla, sino más bien condena.

La salvación y la santificación

La salvación en su inicio y en su continuación es de gracia y por gracia, sin el concurso de las obras. Significa esto que los hombres no se salvan a causa de realizar buenas obras, ya sea estas previstas o realizadas.

La elección de Dios es en base a la gracia, no en base a obra alguna:
“Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra” (Romanos 11: 5, 6)

Si la salvación es por gracia, ya no es por obras; y si es por obras, ya no es por gracia. En el terreno salvífico, la gracia y las obras son excluyentes. En el terreno de la santificación son incluyentes. Por eso, la salvación conforme venimos explicando, no se puede perder jamás, mientras que los salvos hemos de crecer en santificación (1 Ts. 4: 3)

SOLI DEO GLORIA.
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey Jesucristo, Madrid, España.
Noviembre 2011

Cita:
  1. 1. Lewis Sperry Chafer- teología sistemática I, pág. 981; Ed. Clie
  2. 2. Ibidem P. 988
  3. 3. Ibidem P. 989
(Pueden hacer copias y divulgar con libertad este y todos mis mensajes, sólo respetando la autoría. Dios les bendiga)


FIN


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