sábado, 4 de mayo de 2013

LA BIBLIA Y LAS LENGUAS


La biblia y las lenguas

Las Lenguas Pentecostales (Hch. 2:1-21)
El movimiento carismático se va extendiendo por todas partes del mundo hoy día.  El nombre del movimiento viene de la palabra griega charisma que significa «don».  Abbott-Smith, en su Manual Greek Lexicon of the New Testament (Léxico manual del griego del Nuevo Testamento), dice que se usa especialmente «para operaciones extraordinarias del Espíritu en la iglesia apostólica». 
Hoy día su enfoque y empuje principal son el hablar en lenguas.
El campo cristiano está dividido sobre esta cuestión.  Hay algunos que sostienen el punto de vista que el hablar en lenguas es válido en estos tiempos modernos.  Creen que el don es evidenciado por la «glosolalia», vocablo que viene de glossa, una de las palabras griegas empleadas para las lenguas en el Nuevo Testamento.  En cambio, otros creen que el don de lenguas y varios otros dones espirituales antiguos eran dones temporales ordenados por Dios para ciertos propósitos especiales que existían en la iglesia primitiva y que ya no son operantes.
Sin embargo, la mayoría está de acuerdo en que algunos hablan algo que llaman lenguas.  Como dice el doctor Charles C. Ryrie del Dallas Theological Seminary (Seminario Teológico de Dallas) en el prefacio del libro de Joseph Dillow, Speaking in Tongues (Hablando en lenguas): «No queda duda que muchos buenos creyentes tienen la experiencia de algo que ellos llaman lenguas, y sus experiencias son genuinas.  Pero al igual que con todas las experiencias, la pregunta no es: ¿Son genuinas?, sino: ¿Son bíblicas?».
Primeramente, como trasfondo a la consideración de las lenguas pentecostales de Hechos 2, es bueno concentrarse en el Señor Jesucristo.  Jesús fue crucificado por nuestros pecados.  Su resurrección comprobó el valor de esa obra y la verdad de su deidad.  Por cuarenta días “…después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables…” (Hch. 1:3).  Luego ascendió al cielo con la promesa angélica de su regreso, “…así …como le habéis visto ir al cielo…” (v. 11b).
Diez días después los discípulos expectantes experimentaron el día de Pentecostés: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hch. 2:1).  Pentecostés era la cuarta de siete grandes fiestas anuales de los judíos, una de tres fiestas obligatorias para los judíos: la fiesta de la Pascua, la fiesta de Pentecostés, y la fiesta de los Tabernáculos.  La fiesta de Pentecostés vino cincuenta días después de la resurrección de Cristo y fue el cumplimiento de la fiesta de las semanas descrita en Levítico 23:15-21.
Pentecostés era una fiesta que celebraba la cosecha.  El pueblo llegaba a Jerusalén y se reunía en el templo para el salmodiar del Hallel (Sal. 113-118), cada salmo comenzando con «aleluya»), y para el sacrificio de los holocaustos y las ofrendas de paz.  El rasgo central del día era la presentación al Señor de los dos panes, cocidos con levadura y sal.  Las acciones de gracias en casa incluían una comida hospitalaria a la cual eran invitados el levita, la viuda, el huérfano, el pobre y el extranjero.
Empero esta observancia de Pentecostés había de ser diferente para los 120 reunidos en el aposento alto.  Estaban esperando la “…promesa del Padre…” (Hch. 1:4b), también llamado «el bautismo del Espíritu Santo» (v. 5).  ¡Entonces sucedió!  Vino el Espíritu Santo.
La Evidencia De La Venida Del Espíritu (Hch. 2:1-4)
Lucas, el médico, describe la evidencia de la venida del Espíritu por medio de manifestaciones físicas como el “viento”el“fuego”y el don de “lenguas”.
“Y de repente vino del cielo un estruendo como de un VIENTO recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados” (v. 2).  Dicho en otras palabras, esto no fue viento.  Nótese el vocablo “como”.  Un sonido vino del cielo, un rugido o reverbero como el sonido del viento que llenó toda la casa.  Literalmente, se puede traducir de esta manera: «Un sonido haciendo eco como de un viento fuerte siendo llevado violentamente».
La segunda evidencia fue fuego: “Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de FUEGO, asentándose sobre cada uno de ellos” (v. 3).  La Biblia de las Américas traduce el versículo de la siguiente manera: «Y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos».
La tercera evidencia de la venida del Espíritu fue el fenómeno de hablar en lenguas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a HABLAR EN OTRAS LENGUAS, según el Espíritu les daba que hablasen” (v. 4).  El vocablo “lenguas” en griego es glossa en el plural, refiriéndose a lenguas verdaderas que eran nuevas para los que hablaban.  Esto no era jerigonza ni algarabía.  El Espíritu Santo era la fuente de esta capacitación: “El Espíritu les daba que hablasen”.  Sus lenguas consistían en la habilidad de hablar estas lenguas, NOen sensibilizar de alguna manera los oídos de quienes escuchaban.  Nótese que este milagro de las lenguas pentecostales surgió de la plenituddel Espíritu Santo (v. 4a).
El viento, el fuego y las lenguas eran importantes para revelar y probar a los discípulos que el Espíritu Santo había venido al mundo.  Esta venida tenía un SENTIDO PERMANENTE, tomando en cuenta que Dios Espíritu estuvo aquí todo el tiempo y también ejercitaba poder soberano en el período del Antiguo Testamento.
Pero ya que había venido Él, ¿qué relación existe entre hablar en lenguas y el bautismo del Espíritu Santo que Jesús había prometido?  Esta es una de las preguntas básicas con referencia a las lenguas pentecostales.  La palabra «bautismo» no se encuentra en el contexto inmediato, y no ocurre en el capítulo hasta el versículo 38.  Sin embargo, tanto el bautismo como la plenitud están presentes aquí.
Jesús les había dicho a sus discípulos que Juan ciertamente bautizó con agua, pero que ellos serían bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días (Hch. 1:5).  Estos dos bautismos se encuentran en contraste.  El bautismo de Juan era un bautismo para arrepentimiento, que tenía que ver con el remanente espiritual de Israel que volvía a Jehová antes de que muriera Cristo, y antes de que la Iglesia fuese formada por el Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
El bautismo del Espíritu Santo consiste en una unión definida con Cristo en su muerte y resurrección como se aplica a nosotros personalmente.  Este bautismo coloca al creyente en el cuerpo de Cristo (la Iglesia verdadera), y une al creyente con la cabeza de ese cuerpo (nuestro Señor Jesucristo).  Dos versículos del Nuevo Testamento específicamente definen este bautismo del Espíritu Santo.  1 Corintios 12:13 afirma: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.  Gálatas 3:27 revela esto: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”.
Cuando Jesucristo habló en Hechos 1, el acontecimiento del bautismo del Espíritu era todavía un evento del futuro.  En Hechos 11:15, 16, Pedro miró hacia el pasado, a Pentecostés, como el principio histórico del bautismo del Espíritu Santo: “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio.  Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo”.
Hoy día el bautismo del Espíritu Santo ocurre al momento de la salvación (Jn. 7:38, 39; Ro. 8:9; 1 Co. 12:13; Gá. 3:27).  Este es el bautismo VERDADEROrelativo a los creyentes en contraste con el bautismo ritualen agua.  Una vez recibido, el bautismo del Espíritu no se repite jamás.  Es una obra soberana de Dios para introducirnos en el cuerpo de Cristo.  También nos une a Cristo, totalmente aparte de experiencia alguna como la de hablar en lenguas.  Dios sabe el momento preciso en que uno cree en Cristo como Salvador.  Instantánea y soberanamente Él efectúa esta obra gloriosa del bautismo verdadero del Espíritu Santo junto con los ministerios simultáneos de la regeneración (Jn. 3:1-8), el sellar (Ef. 4:30) y la morada (1 Co. 6:19).
Así es que el bautismo del Espíritu Santo tiene que ver con el parentesco con Dios en su familia.  Por causa de esta relación, el creyente recibe poder con el énfasis especial de testificar: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8).
Un Asunto Importante 
     Un eminente escritor carismático, Don W. Basham, en su libro A Handbook on Holy Spirit Baptism (Un manual sobre el bautismo del Espíritu Santo), dice así: «El bautismo en el Espíritu Santo es un segundo encuentro con Dios (el primero es la conversión) en que el creyente empieza a recibir el poder sobrenatural del Espíritu Santo en su vida... el creyente es conducido a una relación más profunda con Cristo».
Es cierto que los creyentes necesitan andar más profunda y significativamente con el Señor.  Pero que el creyente busque el bautismo del Espíritu, es ir totalmente en contra de la Palabra de Dios revelada, la que asevera que todos los creyentes ya han sido bautizados con el Espíritu Santo, a saber, han sido injertados en el cuerpo de Cristo y unidos con Cristo.
Algunos carismáticos, como dice Abbott-Smith, sugieren que hay dos bautismos espirituales: el bautismo PORel Espíritu Santo (la salvación) y el bautismo CONo ENel Espíritu Santo, manifestado más tarde por las lenguas.  No es posible defender esto.  Efesios 4:5habla de UNsolo bautismo.  Tampoco se puede sostener esta distinción de preposiciones (por, con, en).  La misma preposición griega «en» se usa tanto en Hechos 1:5como en 1 Corintios 12:13.  Además, la última frase de 1 Corintios 12:13 no es distinta de la primera parte de este versículo, sino más bien paralela a ella.
Algunos dicen que el hablar en lenguas es una de las evidencias principales, o aun la única evidencia del bautismo del Espíritu Santo.  Pero en 1 Corintios 12:29, 30, donde se hace una serie de preguntas (por la manera en que se expresa el griego), está claro que se espera una respuesta negativa para todas las preguntas.  En el versículo 30, Pablo dice: “…¿Hablan todos lenguas?...”.  La respuesta entonces es: «No, TODOS NO hablan en lenguas».  Sin embargo, 1 Corintios 12:13a dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo…” (el verbo es el aoristo pasivo).  Aunque todos los creyentes no hablan en lenguas, todos los creyentes han sido bautizados con el Espíritu Santo.  Así que, el hablar en lenguas no puede ser la evidencia del bautismo del Espíritu Santo.  Todos los cristianos han sido bautizados por el Espíritu Santo, pero «no todos hablan en lenguas».
Joseph Dillow sugiere siete evidencias de haber sido bautizado con el Espíritu Santo: «No son milagrosas, sino morales; no extácticas, sino éticas».  Sostiene el escritor, que las evidencias genuinas de ser un creyente nacido de nuevo y cristiano, son las que siguen:
1) Uno que ora a Dios como a su Padre (Gá. 4:6; Ro. 8:15, 16).
2) La comprensión de la gracia de Dios (1 Co. 2:12).
3) El conocimiento del amor de Dios (Ro. 5:5).
4) La seguridad de la salvación (2 Co. 1:22).
5)La confesión de la humanidad de Jesús (1 Jn. 4:2, 3).
6) El fruto del Espíritu (Gá. 5:22, 23).  La ausencia de estas características maravillosas podría indicar falta de madurez o carnalidad.
7) Amor para con otros creyentes (1 Jn. 4:12, 13).
Estas son evidencias irrefutables del bautismo del Espíritu Santo, y todas sin hablar en lenguas!
El bautismo del Espíritu Santo siempre es presentado como la afirmación de un hecho ya cumplido, más que como algo que se debe buscar.  Si fuera importante para nuestra experiencia cristiana que buscáramos el bautismo del Espíritu DESPUÉSde la salvación, ¿por qué nunca se ordena eso?
Así como el viento, el fuego y las lenguas dieron evidencias de la venida del Espíritu en el día de Pentecostés, así también las siete evidencias mencionadas anteriormente demuestran el bautismo del Espíritu Santo hoy día.
Efectos De La Venida Del Espíritu Santo (Hch. 2:5-13)
En Hechos 2, muchos judíos de varios países llegaron a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés.  La lista de los versículos 9 al 11 menciona a judíos que eran representantes de todas partes del Medio Oriente.  Estos judíos extranjeros oían que los discípulos les hablaban en sus propias lenguas o idiomas: “Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua” (v. 6).
El vocablo para «lengua» aquí, es distinto del que se emplea para las lenguas en el versículo 4 (glossa) y confirma la presencia de idiomas verdaderos.  Es la palabra dialektos o «dialecto».  Fue comprensible la reacción de los visitantes judíos: “Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?  ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” (vs. 7, 8).
Los judíos visitantes afirman en el versículo 11: “...Les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.  Otra vez la palabra “lenguas” es glossa, revelando el uso intercambiable de «dialecto» y «lenguas» en el pasaje.  El vocablo para “las maravillas” es megaleia o «las grandes cosas» de Dios, sugiriendo el contenido elevado de este hablar en lenguas.
Los judíos visitantes oyeron las maravillas de Dios.  El hablar en lenguas no sirvió para más que un propósito evangelístico indirecto, en que el fenómeno de las lenguas preparó el camino para el mensaje convincente de Pedro.  Un apóstol autenticado y confirmado luego vio a tres mil personas añadidas a la Iglesia (v. 41).
Aquí las lenguas, como después, fueron por señal a los judíos incrédulos: a algunos cuya incredulidad en Jesús se convirtió en una fe verdadera y a otros cuya incredulidad confirmada conduciría a juicio.  Es importante notar que había judíos presentes en el día de Pentecostés cuando se hablaron lenguas.
Era progresiva su reacción. “…Estaban confusos…” (v. 6); “estaban… maravillados…” (v. 7); “estaban… perplejos…” (v. 12); de hecho, por la realidad “estaban atónitos…” (vs. 7, 12).
Muchos no comprendían lo que pasaba.  Puesto que la ignorancia siempre es un golpe para el orgullo del hombre, algunos, por lo visto judíos nativos, fueron impulsados a criticar y burlarse (v. 13).  Llegaron a la conclusión que los discípulos estaban ebrios.
Más tarde Pablo dijo: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Ef. 5:18).
La cuestión es control, pero aquellos judíos votaron por la primera opción, sin imaginar que la segunda fue la realidad verdadera.
El Espíritu Santo se obtiene en el momento de recibir a Cristo (Ef. 1:14).  Nadie recibe el Espíritu Santo menos de la plenitud (Jn. 3:34; 7:38, 39).
El doctor Lewis Sperry Chafer, fundador y antiguo presidente del Seminario Teológico de Dallas, ha expresado bien la cuestión: «La plenitud del Espíritu Santo no es la recepción del Espíritu Santo, ya que esto fue efectuado como parte de la salvación, ni es la recepción de más del Espíritu.  Él es una persona, y por la entrega de la vida del creyente a Él, el Espíritu cumplirá todo lo que vino a hacer en el corazón.  La vida llena del Espíritu es la realización, en la experiencia real, de lo que se ha poseído desde el momento en que uno es salvo.  El mandato de ser llenos indica que la comunión misma del cristiano con el Señor y su fidelidad determinan el grado de la plenitud».
Explicación De La Venida Del Espíritu Santo (Hch. 2:14-21)
La plenitud del Espíritu Santo y el control por parte de ese Espíritu suplió la respuesta para el significado de las lenguas en el día de Pentecostés, pero algunos no fueron persuadidos.  Por eso Pedro trató con la primera opción (la de la embriaguez) y la negó: “Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día” (v. 15), a saber, las 9:00 de la mañana.
Pedro sigue hablando: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel” (v. 16).  Cita Joel 2:28-32 y enlaza Pentecostés con la profecía de Joel.  El tema de Joel es el día del Señor, día que abarca el juicio de la gran tribulación y la bendición del reino que sigue después.  En verdad, Joel 2:21-27 trata de esa bendición del reino.
En Joel 2:28, el profeta habla de un derramamiento del Espíritu Santo en los postreros días: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne...” Joel localiza exactamente el tiempo del derramamiento del Espíritu en este pasaje.  Es “después de esto” (no antes), es decir, después que Jesucristo haya regresado e Israel se establezca en un reino.  El cumplimiento queda por venir.  El contexto de Joel 2 no nos permite conectar este derramamiento del Espíritu con los eventos anteriores al regreso de Cristo, refutando así la idea de que las lenguas de los días presentes son SEÑALES DE LOS TIEMPOS, una señal de que Cristo regresa pronto.  La expresión “después de esto” de Joel son los “postreros días” de Hechos 2:17, refiriéndose a los días de exaltación y bendición de Israel después del regreso de Cristo.
Joel hace referencia al último y completo cumplimiento al principio del reino terrenal y al reinado del Mesías.  No se dice nada directamente de las lenguas.  Cuando Pedro dijo “esto es”, se refirió a un cumplimiento parcial que ocurrió en el día de Pentecostés, no al cumplimiento final y completo.
Los carismáticos a menudo usan este pasaje de Joel para apoyar la continuación de las lenguas hoy día.  En Joel 2:23 el profeta menciona la “…lluvia temprana y tardía…”.  La lluvia temprana, dicen ellos, se cree ser el derramamiento inicial del Espíritu en Hechos 2, y la lluvia tardía es la manifestación actual del Espíritu Santo.  Sin embargo, el contexto, además de hablar de la lluvia literalmente, se refiere a la “lluvia temprana” como las riquezas del reino judío bajo los reinados de David y Salomón.  La “lluvia tardía” se refiere a la magnitud aún más grande del reino judío del Mesías en la segunda venida de Cristo.
Pedro explicaba los eventos del día de Pentecostés afirmando que fue un cumplimiento parcial de la promesa de Dios en Joel, solamente un vislumbre de lo que vendrá un día cuando Cristo regrese e Israel reciba la bendición de la salvación en su totalidad, pues todos ellos le recibirán y le reconocerán como su Mesías.
Después de discutir el derramamiento del Espíritu, tanto Joel 2:30, 31 como Hechos 2:19, 20 se refieren LUEGOa las señales que precederán la gloriosa segunda venida de Cristo a la tierra.
En primer lugar, las Escrituras revelan que el don de lenguas neotestamentario era real.  Vino en el día de Pentecostés e implicó al Espíritu dando a los creyentes la habilidad de hablar en idiomas verdaderos o dialectos.
En segundo lugar, el bautismo del Espíritu Santo tiene que ver con la colocación del creyente en el cuerpo de Cristo y su unión con Cristo en el momento de la salvación.  No ha de buscarse.  Tampoco son las lenguas la evidencia de ese bautismo hoy día.En tercer lugar, parte del propósito de las lenguas era dar evidencia de la venida del Espíritu Santo y de su presencia para formar la Iglesia neotestamentaria.  Las lenguas habían de preparar el camino por medio de la autenticación milagrosa en aquel entonces del mensaje convincente de Pedro sobre la salvación.
En cuarto lugar, el propósito de las lenguas también involucraba a las mismas “por señal” para los judíos incrédulos, para algunos cuya incredulidad en Jesús se convirtió en una fe genuina, y para otros cuya incredulidad confirmada conduciría al juicio.
Un día oí decir en un programa radial de la Iglesia Pentecostal Unida lo siguiente: «¡Hallarás vida verdadera al hallar tu Pentecostés!».  Esta promesa depende de lo que uno quiere decir al hablar de «tu Pentecostés»: lenguas o relación.
La Palabra afirma: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hch. 2:21).  “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hch. 2:39).  ¡Al invocar el nombre del Señor cuando Él nos llama, la verdadera vida puede fluir de una relación personal con Jesucristo por fe y por el subsiguiente andar dedicado en Él!  Eso es “encontrar” nuestro Pentecostés.
Un Vistazo A La Iglesia De Corinto (1 Co. 1:10-17; 3:1-8)
¿Debe el creyente procurar hablar en lenguas hoy día?  ¿Debe seguir el ejemplo de un ministro que, según se dice, pasaba veinte minutos cada día tratando de alcanzar esta experiencia, presumiblemente para tener una vida espiritual más profunda?
Además del libro de los Hechos hay otro pasaje importante que tiene que ver con las lenguas en el Nuevo Testamento: 1 Corintios 12-14.  De ese pasaje tan importante surgen muchas interrogantes y dificultades, pero es preciso primero dar un vistazo a la iglesia de Corinto para comprender el ambiente de estas dificultades.
Desgraciadamente esta es un área descuidada por mucho tiempo al considerar el movimiento moderno de lenguas.  Decir simplemente que «la iglesia de Corinto era problemática para Pablo» no produce el debido impacto.  Así que, antes de estudiar 1 Corintios 12-14, debemos echar un vistazo al ambiente de la ciudad de Corinto y a la iglesia local que estaba allí.
La ciudad y su descripción
     Ubicación La cuidad de Corinto estaba situada en el sur de Grecia, en un istmo entre los golfos de Lepanto y Aegina, conectando el Peloponeso y la tierra firme, a unos 64 kilómetros al oeste de Atenas.
Tenía dos puertos (algunos afirman que tenía tres), Cencrea al este y Lechaeum al oeste, dominando de este modo el tráfico de los dos mares, el occidental y el oriental.  Ahora hay un canal para barcos que une estos puertos.  Corinto proveía la conexión del oriente y el occidente y también entre el norte y el sur debido a su conexión de la tierra firme con el Peloponeso.  Su fortaleza, llamada Acrocorinto, estaba construida sobre las rocas 614 metros sobre el nivel del mar.
     Historia.  Descubrimientos arqueológicos han encontrado mucho de la ciudad de los días de Pablo.  De hecho, la American School of Classical Studies (Escuela Americana de Estudios Clásicos) ha excavado a Corinto por treinta años.  Hay un Corinto moderno, pero no existe más que un pueblecito llamado Gortho entre las ruinas antiguas.
Los fenicios se radicaron en Corinto muy temprano, dejando rastros de su civilización en el arte de teñir y tejer, así como en la religión y la mitología.  Las sectas corintias de Afrodita y del Fenique ateniense, las dos de origen Fenicio, existían allí; así es que las deidades paganas eran prominentes.
La diosa Afrodita era el nombre griego de la diosa que los romanos adoraban como Venus, la diosa de la lujuria y el amor carnal.  Para celebrar los ritos de Afrodita los corintios se entregaban a la disolución más vergonzosa.
Tan escandalosa era la inmoralidad corintia que por todas partes del mundo de habla griega, si los hombres y las mujeres se comportaban de una manera obscena, lo peor que se les podía decir era que se portaban como los corintios.  Corinto era la ciudad del vicio insuperado en el mundo romano.
Corinto era la capital de la provincia de Acaya, una ciudad sobresaliente de Grecia, cuya población era de unas 700.000 personas en el tiempo de Pablo.  Su población era mixta: romanos, griegos y judíos.
Sus artes y arquitectura tenían mucha fama, también su espíritu comercial y materialista.  Alguien dijo: «Corinto era un centro comercial, religioso, cultural y también de vicio, una ciudad que representa en miniatura la civilización de la que nosotros formamos parte ahora.  Los juegos istmeños se celebraban a dieciséis kilómetros de la ciudad cada cuatro años».
Corinto fue destruida por los romanos en el año 146 A.C.; luego fue reconstruida por Julio César en el año 46 A.C.  El apóstol Pablo la visitó cien años más tarde.  Era acaudalada, cosmopolita e inmoral.  Se nos recuerda en parte esa opulencia cuando Pablo hace mención del oro, la plata y las piedras preciosas en el capítulo 3 de su primera epístola.
La iglesia y su formación
     La iglesia de Corinto nació del ministerio del Espíritu Santo a través del apóstol Pablo, Silas y Timoteo en el segundo viaje misionero (Hch. 18:1-5).
A medida que la iglesia crecía en la gran metrópoli, afluían muchos judíos a este centro de comercio.  Aquila y Priscila, en su ocupación de vendedores de tiendas, se encontraban entre estos judíos.  Dice el versículo 2 de Hechos 18: “Y halló (Pablo) a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma”.
Hechos 18:58a menciona a otros: “Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo... Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa...” La presencia de estos judíos establece un punto muy importante con referencia al propósito de hablar en lenguas en Corinto.
Allí se quedó Pablo unos dos años, predicando, enseñando y organizando la iglesia.  Puesto que muchos de los judíos volvieron la espalda en blasfemia e incredulidad, Pablo se volvió a los gentiles: “Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles” (Hch. 18:6).
La iglesia que estaba en Corinto representaba un sector muy diversificado de los pobladores de la ciudad, abarcando varones y mujeres, judíos y gentiles, esclavos y amos.  Sin embargo, por causa de la incredulidad de los judíos la iglesia de Corinto no constaba principalmente de judíos.  Incluía a “…Justo…” (v. 7), “…Y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (v. 8).  El Señor le dijo a Pablo: “...Yo tengo mucho pueblo en esta ciudad” (v. 10).
Hechos 20 habla de la inquietud prolongada de Pablo por los creyentes cuando regresó a Corinto en su tercer viaje misionero:“...Llegó a Grecia.  Después de haber estado allí tres meses...” (vs. 2b, 3a).  Pablo escribió su primera epístola a los Corintios en el año 59 D.C., al final de sus tres años de residencia en Éfeso.
Después de haber dado un vistazo a la ciudad de Corinto y a la formación de la iglesia allí, volvamos a examinar aquella iglesia.
Un examen de la Iglesia
     Las Escrituras revelan la maravillosa posición de la iglesia de Corinto en Cristo Jesús.  Esta era una verdadera asamblea local: “A la iglesia de Dios que está en Corinto...” (1 Co. 1:2).  Eran “…santificados…” o apartados en Cristo Jesús.  De veras eran cristianos y eran “...llamados a ser santos…” (v. 2).
Hablando de ellos, el versículo 5 asevera que “…fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra…” Eso tiene que ver con la expresión externa.  Compárese con 2 Corintios 8:7: “Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia”.  Es posible que esta sea una referencia indirecta a las lenguas.  También habían sido enriquecidos “…en toda ciencia” (v. 5b), lo que tiene que ver con la convicción interior.
El versículo 7 indica que los corintios estaban “…esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”.  Tenían una maravillosa posición en Cristo.  ¡Habían recibido mucho! “...la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús” (v. 4).  Y“...nada os falta en ningún don...” (v. 7).  Sin embargo, no todo estaba bien espiritualmente en la iglesia de Corinto.
Habían ciertos problemas específicos.  La iglesia de Corinto no era una iglesia espiritual.  En efecto, de todas las iglesias en el Nuevo Testamento, la de Corinto fue la más problemática para el apóstol Pablo.
Otras ciudades también habían sido perjudicadas por mala reputación.  Hay que pensar en Éfeso y los pecados relacionados con la diosa Diana allí.  Aunque en Apocalipsis 2 el Señor dijo más tarde que los efesios habían perdido su primer amor, el nivel espiritual de los creyentes de allí era mucho más alto que el de la iglesia de Corinto.  La epístola de Pablo a los Efesios contiene la verdad más profunda sobre la iglesia de todas sus epístolas.  Solamente una iglesia verdaderamente espiritual podía recibir tal enseñanza.  Aunque el ambiente es importante en la vida de una iglesia tanto como en la de una persona, y se puede reflejar en el futuro, la obra permanente de Cristo en el corazón desde el momento de la salvación es lo que realmente importa para el testimonio efectivo y la gloria de Dios.  Desgraciadamente, la iglesia de Corinto no era una iglesia espiritual.
Divisiones en la Iglesia
     Uno de los mayores síntomas de la inmadurez espiritual de los creyentes de Corinto eran sus divisiones: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Co. 1:10).  Pablo expresó esta exhortación por causa de las divisiones que existían dentro de la iglesia.  Compárese con 1 Corintios 11:18, 19: “Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo.  Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados”.
Había contenciones entre ellos: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas” (1 Co. 1:11).  La palabra traducida por «contención» en griego eris, quiere decir «rencilla, riña, contención» Se usa otra vez en 1 Corintios 3:3 y es traducida por «contiendas».
La preocupación de Pablo por esta condición divisiva y no espiritual de los corintios seguía en su segunda epístola: “Pues me temo que cuando llegue, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes; que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido” (2 Co. 12:20, 21).
Este espíritu de división encontró su punto de enfoque en seguir a líderes humanos: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas (Pedro); y yo de Cristo” (1 Co. 1:12).  Los corintios estaban divididos entre sí por las personalidades.  ¿Hemos oído algo así alguna vez en las iglesias modernas?  Una iglesia se arruina cuando los miembros quitan los ojos del Señor Jesucristo y miran a los hombres.
Cuando Clemente de Roma escribió una carta a la iglesia de Corinto en el año 97 D.C., treinta y ocho años más tarde, trató con el mismo problema: las divisiones.  ¡Esto es falta de madurez!
Pablo se aseguró de que los corintios comprendieran el enlace de la inmadurez con la división, al comparar las dos cosas lado a lado en 1 Corintios 3:1-9.  Afirman los primeros cuatro versículos: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.  Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?  Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?”.  Si se ven divisiones se sabe que hay carnalidad.
Hay un tiempo y un lugar para la división.  En 1 Corintios 10:20, 21 se ordena a la iglesia que no tenga comunión espiritual con los que adoran a los demonios.  En 2 Corintios 6:14-17 se exige a los creyentes que eviten la injusticia, las tinieblas, la impureza, los ídolos y la contaminación.  Sin embargo, como observa George E. Gardiner, «nada se dice de la separación de los hermanos en torno a diferentes personas» ¡Tal división es inmadurez!
Es importante observar que, hoy día, dondequiera que se introduzca el hablar en lenguas en una congregación que no tiene esa orientación, habrá también una división intensa.
Joseph Dillow asevera un hecho poco reconocido: «Un estadillo de manifestaciones carismáticas por poco destruyó el impacto de la Reforma, e hizo que Lutero hablara claro en contra de tales cosas».
Posiblemente las divisiones en la iglesia moderna no tengan su base en las personalidades, pero pueden surgir sobre la cuestión de hablar en lenguas o no.
¿Por qué hay algunos que escogen el camino de poner la unidad del cuerpo en segundo lugar y pasan por alto a nuestro Señor Jesucristo como cabeza de aquel cuerpo, todo por enfatizar un don inferior: el hablar en lenguas?  Ese don es el último en la lista ordenada de los dones espirituales en 1 Corintios 12:28, pero en muchas partes se ha puesto como el primero.
¿Podríamos concluir diciendo que cualquier cosa que divida a los creyentes no es del Espíritu Santo (asumiendo, por supuesto, que los hermanos desean conocer la voluntad de Dios)?  Es menester observar que la única iglesia que seguía la práctica de hablar en lenguas era una iglesia carnal, dividida.
Pablo tenía la solución a este problema de las divisiones.  La respuesta no era el bautismo en agua, aunque por lo visto los corintios seguían al líder que los había bautizado: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio…” (1 Co. 1:17a).  La solución consiste en predicar el evangelio.  Predicar la cruz de Cristo.  Ponerlo a Él primero y la razón por la cual vino y lo que puede hacer por los pecadores y por los santos.
En 1 Corintios 3 Pablo hace hincapié en la unidad del cuerpo de Cristo.  Esto es vital.  El que plantó (Pablo) y el que regó (Apolos) son uno, ¡pero es Dios que da el crecimiento!
¡La respuesta que Pablo presenta es en parte el evangelio y la unidad del cuerpo sometido a Dios, el único digno de gloria!
Un vistazo a los antecedentes de Corinto y a la formación de la iglesia allí nos ayuda a comprender su condición carnal y el primer síntoma principal de su inmadurez espiritual, que fue la división.  El siguiente capítulo revela más síntomas de inmadurez espiritual.
CUIDADO CON EL CORINTIANISMO
     ¿No parece extraño que una iglesia tan enriquecida por Jesucristo fuese tan problemática?
¡Pero la iglesia de Corinto era un problema!  ¡Un gran problema para Pablo y para el Señor!  Era una iglesia de muchos DONES.  En realidad, la iglesia de Corinto se podría llamar carismática.  La palabra griega para «don» en el versículo 7 del capítulo 1 es charisma.  No era una iglesia espiritual, pero sí carismática.
Sus divisiones, como se notó en el capítulo anterior, era un síntoma de su falta de madurez espiritual.  Los corintios estaban divididos por causa de las personalidades.  Pablo relacionó sus “celos, contiendas y disensiones” en el capítulo 3 con la puerilidad de su inmadurez espiritual.
Observemos ahora otros síntomas de la inmadurez espiritual de la iglesia de Corinto.
     El Egoísmo.  La gente de la iglesia de Corinto, aunque eran hermanos (cristianos), no eran espirituales, sino carnales, carnales como niños: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo” (1 Co. 3:1).
Una de las características de los niños es el egoísmo.  Algunas de sus primeras palabras son: «yo»«mi»«mío».  También es una característica de los niños en Cristo de cualquier edad.
Pablo les dijo a los corintios: “Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía” (1 Co. 3:2).  Tanto los bebés espirituales como los bebés físicos necesitan una dieta de leche.  No son suficientemente maduros para comer carne.
El escritor de la carta a los Hebreos subraya este mismo pensamiento: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.  Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (He. 5:12-14).
El egoísmo se manifestaba por el espíritu de, «Yo quiero mis propias ideas de la vida más que las de Dios».  En los capítulos 2 y 3, uno de los problemas de la iglesia de Corinto era la sabiduría humana.  Estimaban sus propios puntos de vista tocantes a la vida y aun pensaban en las cosas espirituales desde una perspectiva humana.  Esta era una forma de engaño egoísta de sí mismos: “Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio.  Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: Él prende a los sabios en la astucia de ellos” (1 Co. 3:18, 19).
El capítulo 6 revela que los corintios entablaban juicios los unos contra los otros en los tribunales porque creían ser“defraudados” (vs. 6-8).  Manifestaban este egoísmo sin pensar en lo que aquella acción les haría a otros.
También abusaban de las libertades cristianas por su egoísmo: “Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.  Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos?  Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió” (1 Co. 8:9-11).
Pablo reprocha a la iglesia su egoísmo en la cena del amor (el ágape), que precedía a la Santa Cena: “Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor.  Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga.  Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?  ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada?  ¿Qué os diré?  ¿Os alabaré?  En esto no os alabo” (1 Co. 11:20-22).  Se atiborraban de comida en el ágape mientras que los pobres seguían con hambre.  Se embriagaban sin pensar para nada en los efectos.
¿Sería bueno establecer líderes en base a los criterios y actitudes de la iglesia de Corinto?
Los corintios no eran ignorantes de los dones.  Ellos los tenían todos, pero ignoraban voluntariamente sus propósitos y el uso propio de ellos.
Como dice George E. Gardiner, quien fuera anteriormente un carismático: «Los corintios usaban los dones para su autoedificación (satisfacción propia), práctica que Pablo reprendió en los capítulos del doce al catorce».  La autoedificación es el meollo de una fuerte razón para practicar el hablar en lenguas hoy día.
¡Cuidado con el egoísmo corintio!  ¡Mire al Salvador y cómo se entregó a sí mismo en su amor y cuidado de nosotros!  ¡Que se vea en nuestra vida ese carácter como parte de nuestra madurez en Cristo!
Además de la división y el egoísmo, aparece otro síntoma de inmadurez espiritual.
     La Crítica.  El grupo de Corinto menospreciaba a Pablo, porque creían que ellos lo superaban y que espiritualmente lo habían dejado atrás: “Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo” (1 Co. 4:3).  Su actitud inmadura se representó en una cita crítica que viene de ellos, la que Pablo emplea: “Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable” (2 Co. 10:10).
Los corintios eran los hijos espirituales de Pablo, sin embargo desafiaban su apostolado.  Él estaba turbado, pero se sentía obligado a defender su autoridad apostólica con lo que se podría llamar «jactancia obligada» en 2 Corintios 11 y 12.  En efecto, lo que hacía él era desafiar su inmadurez espiritual que se manifestaba en la crítica injustificada contra él.  La crítica tenía sus raíces en el orgullo, y Pablo señaló eso.
“Están envanecidos” son las palabras que Pablo usó para describir aquel orgullo.  Relacionó su orgullo con su espíritu divisionista y cismático, también, porque su crítica estaba involucrada en estas preferencias particulares:
     “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros” (1 Co. 4:6).  Así que otra vez dijo: “Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros.  Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos.  Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Co. 4:18-20).  Lo que importaba no era la«presunción», sino el “poder”.
Durante todos estos años he sabido de la crítica, a veces encubierta, o a veces abierta, contra los que no hablaban en lenguas.  La presunción era la siguiente: «Puesto que yo hablo en lenguas, ¡soy más espiritual que tú!». ¿Dónde está el espíritu de humildad?  Es posible que los que hablan en lenguas sean “más espirituales” que los que no hablan en lenguas por causa de otros factores, pero el hablar en lenguas no es el factor decisivo.
     “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido?...” (1 Co. 4:7a).  “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho... Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Co. 12:7, 11).
Si los corintios tenían el don de lenguas, por ejemplo, ¿era por mérito de ellos que tenían este don?  Antes bien, por causa de la dádiva soberana de Dios.  Lo más apropiado sería un espíritu de humildad y alabanza!  Mirar a un hermano que no tiene este don y considerarlo por ello inferior y no muy espiritual a los ojos de algunos, no era motivo para gloriarse.
Satíricamente Pablo afirma este mismo pensamiento en 1 Corintios 4:8: “Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis.  ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!”.
Durante las guerras de los ingleses y franceses, el almirante Phipps estaba al mando de la armada británica, anclada fuera de Quebec, esperando la llegada de las tropas terrestres.  Sus órdenes fueron que se quedaran allí tranquilamente y más tarde avanzaran contra la ciudad en un «ataque conjunto» que se planeaba.  Phipps llegó temprano, y siendo un disidente ardiente, fue perturbado por las imágenes de los santos que adornaban el techo y la aguja de la iglesia catedral católica que estaba cerca de la costa.  Así que, se pasó disparando contra ellas con los cañones de su barco.  Cuántas imágenes fueron afectados y se destruyeron no se sabe, pero la historia afirma que cuando llegó la infantería y se dio la señal para el verdadero ataque, el almirante Phipps se quedó sin pólvora y sin bombas.  ¡Quedó impotente contra el enemigo porque había gastado su munición «disparando contra los santos»!  ¡Los cristianos deben tener cuidado de no cometer el mismo error!  Cuidado con la crítica corintia.  Use la oración, el amor y la autocrítica con equilibrio, al mismo tiempo manteniendo la verdad con cuidado.
     La tolerancia del pecado en la iglesia.  Este era otro síntoma de la inmadurez.  El Señor Jesús dijo que la iglesia debía ser“sal” y “luz” en el mundo (Mt. 5:13, 14).  La sal restringe la podredumbre.  La luz hace desaparecer las tinieblas.  La iglesia corintia debía ser sal y luz, y nosotros también.
En vez de restringir la maldad, la iglesia de Corinto fue vencida por ella.  Lejos de arrojar luz, se metieron en la sombra.  Como dijo alguien: «La ciudad de Corinto tuvo su impacto en la iglesia.  ¡Dios quería que la iglesia tuviera un impacto en la ciudad!».  ¿Y nosotros?  ¿De veras somos sal y luz?  Lástima que los creyentes corintios toleraban la maldad dentro de la iglesia.  Pablo se escandalizó al saber que uno de los miembros vivía en fornicación con su madrastra, una acción desaprobada aun por los paganos más amorales: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre.  Y vosotros estáis envanecidos.  ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (1 Co. 5:1, 2).
No reconocieron la actividad del pecado en el cuerpo.  Se había embotado su sensibilidad hacia el pecado.  No se estaban deleitando en su pecado, ¡pero estaban tan envanecidos en sus divisiones que no tenían tiempo para tratar con el pecado!  Descuidaron lamentarse por el pecado: “…¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (1 Co. 5:6b).
Los corintios fracasaron por no apartarse de la maldad: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Co. 5:7).  Palabras fuertes concluyen el capítulo 5: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.  Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera?  ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?  Porque a los que están fuera, Dios juzgará.  Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Co. 5:11-13).
Algunos de los cristianos corintios estaban involucrados con prostitutas, quizás identificándose con la adoración de los templos paganos que los rodeaban: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?  ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera?  De ningún modo.  ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella?  Porque dice: Los dos serán una sola carne.  Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.  Huid de la fornicación.  Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca” (1 Co. 6:15-18).
Tuvieron que ser recordados que sus cuerpos eran el templo del Espíritu Santo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?  Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6:19, 20).
     Herejía En La Iglesia.  Parte de esta maldad que era tolerada por los corintios era moral; otra parte era doctrinal, es decir, la herejía se estaba infiltrando en la iglesia.  Generalmente la herejía acompaña la presencia de maldad en la iglesia: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?  Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Co. 3:16, 17).  El templo de Dios se había corrompido.  Más tarde la referencia tiene que ver con el templo físico del cuerpo.  Aquí la idea se refiere al templo espiritual de la iglesia que estaba siendo corrompido por maestros falsos.
Hasta la doctrina de la resurrección estaba siendo cuestionada por algunos de la congregación: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?” (1 Co. 15:12).
De nuevo afirma Pablo: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co. 11:3).  Más tarde les manda: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe…” (2 Co. 13:5a).
Todo esto demuestra que era una iglesia que estaba detenida en su desarrollo, carismática en su práctica, inmoral en el vivir, y hereje parcialmente en la doctrina.  Pablo le escribió con corazón quebrantado a esta iglesia en la cual había empleado tanto tiempo, esfuerzo y enseñanza: ¡Una tragedia!  Cuidado con la tolerancia corintia de la maldad.  ¡Cuidado con el corintianismo!
     Un gran principio.  La madurez espiritual no se determina ni por la posesión ni por ejercicio de los dones espirituales.
El doctor Charles Ryrie define la madurez espiritual junto con su fórmula, diciendo así: «La madurez cristiana es el crecimiento que el Espíritu Santo produce durante un período en el creyente».
La fórmula: C x T = M.  «C» representa la tasa de crecimiento.  «T» denota el tiempo, y «M» significa madurez.  La meta es la madurez cristiana.  Para lograrla se necesita más tiempo, o menos, así que el factor clave es la tasa de crecimiento, o la obra del Espíritu Santo en la vida.
Algunos carismáticos afirman que las lenguas determinan este factor «C», esta tasa de crecimiento hacia la madurez espiritual.  La Palabra de Dios no apoya tal idea, y el ejemplo de los corintios la niega.
La lectura esmerada de la Palabra de Dios, la obediencia a la misma y la oración, que resultan en la adoración, la comunión, y el testificar, contribuirán a la manifestación del fruto del Espíritu en la vida del creyente, a medida que uno se entrega a su control.  Por lo tanto, el creyente no tiene que procurar el don de lenguas para alcanzar la madurez espiritual.
División, egoísmo, crítica y tolerancia de la maldad, tanto personal como doctrinal, caracterizaban la inmadurez espiritual de la iglesia corintia.  ¡En lugar de estos síntomas, el Espíritu Santo deseaba producir su fruto!
Fuente Y Diversidad Carismáticas (1 Co. 12:1-11)
Hemos observado el libro de los Hechos y hemos considerado el tema de la iglesia de Corinto, por mucho tiempo pasado por alto.  La iglesia corintia tenía muchos de los dones espirituales, pero desgraciadamente no era una iglesia espiritual, aunque se dice más de su relación con las lenguas de los que se dice de cualquier otra iglesia con respecto a este tema.
Claro es que la madurez espiritual no se determina ni por la posesión ni por el ejercicio de los dones espirituales.  En cambio, la madurez se produce por el crecimiento efectuado en el creyente por el Espíritu Santo de Dios, a medida que aquel creyente se entrega a Él por la recepción continua de la Palabra de Dios, la oración, la obediencia y la práctica de testificar de Cristo.
Enfoquemos nuestra vida en el segundo pasaje principal del Nuevo Testamento sobre las lenguas: 1 Corintios 12-14.  Aquí el vocablo “lengua(s) se usa 21 veces: en el capítulo 12, cuatro veces; en el capítulo 13, dos veces; y en el capítulo 14, quince veces.  Lo significativo de estas ocasiones es que la misma palabra griega empleada en los Hechos, glossa, aparece en todo este pasaje.
Las palabras “extraña” y “desconocida”, que aparecen en el capítulo 14 con la palabra “lengua”, no se encuentran en el texto original, sino que los traductores las han suplido y se deben omitir.
Son lenguas verdaderas las que se encuentran en el libro de los Hechos.  Puesto que la palabra glossa es la misma en 1 Corintios y en los Hechos, tomando en cuenta la omisión de las palabras “extraña” y “desconocida”, hay evidencia de que el don de lenguas tiene que ver con los idiomas verdaderos aquí también.
Algunos han afirmado que las lenguas corintias eran expresiones extáticas, al menos en parte, en contraste con las lenguas genuinas de los Hechos, pero no se puede probar esto por el texto mismo.  Se podría señalar el origen de cualquier forma de jerigonza extática en el paganismo.  George W. Zeller da una lista de doce razones por las que las lenguas bíblicas eran lenguas genuinas.  Podemos dar un resumen de estas razones en lo que sigue:
   El vocablo “lengua” a menudo se emplea en el Nuevo Testamento para describir lenguas genuinas (Ap. 5:9; 7:9).
   El adjetivo “nuevo” es más apropiado para describir lenguas verdaderas (Mr. 16:17), lenguas totalmente nuevas para el orador, como un idioma extranjero.
   El hablar en lenguas era una habilidad sobrenatural, dada por Dios (Mr. 16:17, 18; Hch. 2:4), lo que es razonable solamente si las lenguas eran genuinas.
   El adjetivo “otras” es muy apropiado para describir lenguas genuinas (Hch. 2:4; 1 Co. 14:21; Is. 28:11).
   Las lenguas de Hechos 2:4, 11 son claramente identificadas en Hechos 2:6 y 8 como idiomas genuinos (dialectos).
   Tanto las lenguas de los Hechos (2:11; 10:46) como las de 1 Corintios (14:14, 15, oración; 14:15, alabanza; 14:16, acción de gracias) expresaban un mensaje, ya sea con un contenido doctrinal o significativo; no era jerigonza vacía.
   Las expresiones “diversos géneros de lenguas” se entiende solamente si las lenguas eran idiomas genuinos (1 Co. 12:10, 28; 14:10).  (Nota del traductor: En 1 Corintios 12:28, en el texto original, la frase traducida “los que tienen don de lenguas” es la misma traducida por “diversos géneros de lenguas” en el versículo 10; y se debe traducir así en el versículo 28).
   El hecho de que se podían interpretar las lenguas, exige que las lenguas sean idiomas genuinos (1 Co. 12:10, 30; 14:5, 13, 27, 28).  La interpretación requiere que haya significado.
   1 Corintios 14:10, 11 claramente describe idiomas verdaderos.
   Se dice del hablar en lenguas que consistía de PALABRAS, solamente posible si las lenguas eran idiomas verídicos (1 Co. 14:9, 19).
   Las lenguas de Isaías 28:11, citadas por Pablo en 1 Corintios 14:21, eran lenguas verdaderas.
   El artículo de referencia anterior en 1 Corintios 14:22 prueba que las lenguas de Corinto (v. 22) eran lo mismo que la lenguas de Isaías (v. 21), a saber, idiomas genuinos.
Se puede resumir esta sección de la primera epístola de Pablo a la iglesia de Corinto de la siguiente manera: El capítulo 12 da los PRINCIPIOS de los dones; el capítulo 13PROTEGE el hacer de estos dones el objeto supremo de la vida, cuya supremacía pertenece a nuestro Señor Jesucristo; y el capítulo 14 nos habla del EJERCICIO de estos dones

La Gran Prueba De La Expresión En El Espíritu (1 Co. 12:1-3)
En primer lugar, Pablo presenta los principios de los dones para desalojar la ignorancia y el mal entendimiento: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” (1 Co. 12:1).  La palabra “dones” no se encuentra en el texto original.  El texto tiene las pneumatika o las «cosas espirituales».  Estas son «cosas que tienen que ver con el Espíritu Santo». Se usa esta palabra otra vez en el capítulo 14, versículo 1, y viene de la misma raíz que la que se emplea para referirse al Espíritu Santo (pneuma).  Puede sugerir la idea de «esencia»(naturaleza intrínseca) en contraste con los dones mismos (v. 4).
El énfasis cae sobre dos cosas: primeramente, la esencia o la naturaleza intrínseca de los dones, la que es espiritual; y en segundo lugar, la fuente de los dones, que es el Espíritu Santo.  Pablo no quiere que la iglesia de Corinto ignore estas cosas, el Señor no quiere que nosotros las ignoremos tampoco.  Aparentemente, aunque los corintios poseían estos dones, ignoraban el propósito y el uso correcto de ellos.
En el versículo 2 Pablo les recuerda de su pasado, antes de su conversión: “Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos”.  La palabra “extraviaba” (o «desviaba») tiene la fuerza de «arrastrarse».  ¡Qué declaración tan interesante!  Antes de ser cristianos habían dado gran importancia a ser arrastrados en una manifestación de éxtasis, una parte de las religiones misteriosas griegas.
Platón relata estas escenas.  También Virgilio, que vivió y escribió inmediatamente antes de Cristo.  En efecto, lo que Pablo está afirmando es esto: «¡Así erais vosotros cuando erais idólatras, pero no debéis ser así ahora!».
Charles R. Smith habla de lenguas pre-cristianas y no cristianas.  Por lo visto los corintios daban mucha importancia a aquel fenómeno de ser «arrastrados» y Pablo empezó a corregirlos.  En efecto está diciendo:«Esta no es una marca de espiritualidad, sino de vuestros días en el paganismo».
En el movimiento carismático hoy día hay un exceso de énfasis de parte de algunos en «ser llevados» o «ser muertos en el Espíritu».  Esta clase de experiencia o de espectáculo expresivo no encuentra ningún apoyo en el texto del Nuevo Testamento.
Joseph Dillow afirma que este fenómeno «¡es semejante en todas partes del mundo a un fenómeno común en el ocultismo!  Pero el éxtasis de la experiencia se considera equivocadamente como la presencia del Espíritu Santo».  Sin embargo, ¡el Espíritu Santo no produce lo que produce la adoración idólatra!
La gran prueba: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (v. 3).  ¿Llama usted a «Jesús anatema», o «Jesús Señor»?  Estos aparecen como títulos en el griego.  Uno de estos títulos era el grito de los paganos con odio, el otro era el grito de los cristianos en fe.  Aquí había una línea de demarcación entre las personas, y la posesión del Espíritu Santo hacía la diferencia.
Esto era un criterio por el cual se podía poner a prueba la expresión de uno que hablaba en una asamblea.  Hoy día tenemos la Palabra de Dios como nuestro criterio de prueba, pero en aquel entonces no tenían esa prueba.
La prueba verdadera de un don espiritual es si promueve o no la gloria de Dios y el Señorío de Jesucristo, y si edifica a su iglesia.  La cuestión no es meramente la repetición de una frase.  Se podría conseguir que cualquier persona en la calle hiciera eso por unas pocas monedas.  La cuestión es la creencia en la soberanía de Cristo.
El Señor Jesús dijo que el Espíritu Santo no hablaría de sí mismo, ni que se promovería a sí mismo, sino que siempre hablaría y promovería al Señor Jesucristo: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.  Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:13, 14).  El Espíritu de verdad no hablará de sí mismo ni por su propia cuenta.  Su propósito es glorificar a Cristo y recibir las cosas de Cristo y enseñárnoslas.
El Espíritu Santo es Dios, la tercera persona, igual al Padre y al Hijo en poder, atributos y autoridad.  Pero su ministerio particular consiste en exaltar a Cristo siempre.  Para determinar si cualquier movimiento es de Dios, un criterio básico es la exaltación de Jesucristo.  Ese es el corazón de 1 Corintios 12:3.
El Espíritu Santo nunca disminuirá el valor de Cristo ni el de su obra.  El doctor Earl D. Radmacher, presidente del Western Conservative Baptist Seminary (Seminario Occidental Bautista Conservador) correctamente concluye: «Cualquier hombre que realmente honra a Jesucristo nunca abrazará una doctrina que de cualquier modo menosprecie a Jesucristo.  Ninguna doctrina que menosprecie a Jesucristo es del Espíritu Santo».
El Espíritu Santo jamás es autor de frases como: «Ahora que ha recibido a Cristo, tiene ya la salvación; pero para ser un cristiano completo necesita recibir el Espíritu» Detrás de una declaración como esta, está la idea de que Cristo inicia la obra de salvación y que el Espíritu Santo la completa.  Esta no es la verdad bíblica: “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Col. 1:18, 19).  ¡En todas las facetas del Espíritu Santo, especialmente con referencia al creyente, él está comprometido a promover la preeminencia de Jesucristo!
Gardiner ofrece un resumen de estos primeros tres versículos de 1 Corintios 12 con cuatro principios vitales:
1.  Dios tiene la intención de que su pueblo esté ocupado con la totalidad de la vida espiritual, no solamente con los dones espirituales.
2.  Dios no quiere que ignoremos el propósito de sus dones.
3.         Cuando el Espíritu Santo tiene el control del creyente, no es arrastrado ni está fuera de control como los idólatras.  El Espíritu Santo no se exalta a sí mismo, sino que exalta a Cristo como Señor.
LA UNIDAD DEL ORIGEN Y EL PROPÓSITO EN LA DIVERSIDAD DE LOS DONES (1 CO. 12:4-11) 
     El origen de los dones.  “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo” (v. 4).  El texto incluye la palabra “dones” que es el charismata.  En el versículo 1 es las «cosas espirituales» (esencia y origen).  Aquí es “dones”(dotaciones para ministrar).
En todo este pasaje la fuente de los dones es Dios, “…que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (v. 6b).  Además de Dios Padre y Dios Hijo, es Dios Espíritu Santo a quien se alude particularmente como la fuente de los dones espirituales.  Nótese los versículos 1, 4, 7, 8 (dos veces) y 11.  Los charismata son “por el mismo Espíritu” y “…todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu…”
     Unidad.  Todo esto es «unidad en diversidad», una unidad en relación con la Trinidad.  El Espíritu Santo proporciona los dones.  El Hijo de Dios asigna el lugar del ministerio de los dones en el cuerpo.  El Padre suple la energía en el ejercicio de los dones.  Toda la Deidad está involucrada en estos dones y en lugar de un servicio para ellos.  La Trinidad entera es la fuente de los dones, una unidad de origen.
Cuando uno emplea su don de acuerdo con la intención de Dios, esto produce unidad entre los creyentes, no divisiones.  Aquí está la respuesta, en parte, a uno de los problemas de los corintios, a saber, las divisiones.  Empleados conforme a la intención de Dios, los verdaderos dones espirituales unen a los creyentes.  ¡No los separa!
     Diversidad.  En el texto original la primera palabra del versículo 4 es “diversidad”.  Aquí vemos «diversidad en unidad».  Los versículos 4 al 6 dan este énfasis: “…Hay diversidad de dones…”“…hay diversidad de ministerios…” y “…hay diversidad de operaciones…”.  En toda la diversidad, el Espíritu Santo busca conservar la unidad.
Romanos 12:6-9 y Efesios 4:7-16 suplen otra lista de los dones del Espíritu, además de estos que se mencionan en 1 Corintios 12:8-10 y 12:28.  En total, hay por lo menos 18 dones distintos del Espíritu Santo.  Se nos presentan nueve en 1 Corintios 12:8-10 y ocho en 12:28.  Cada creyente tiene al menos uno y algunos tienen más de estos dones.
En este libro estamos ocupados sólo con el hablar en lenguas y su interpretación, pero ¡fíjese en la diversidad de la unidad!  ¡Se presentan muchos dones!  ¡Aun en los días de la iglesia de Corinto, las lenguas no eran todo!
     Una donación soberana.  Hemos observado que hay unidad en la diversidad porque los dones son de Dios.  También hemos observado que hay DIVERSIDAD EN LA UNIDAD.  Luego, Pablo afirma: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (v. 7).  Cada cristiano, siendo mayores o menores, incluyendo niños recibe un don del Espíritu para provecho.  La frase “a otro” se repite ocho veces en los versículos 8 al 10.  El resumen de la obra del Espíritu Santo aparece en el versículo 11, cuando dice “…repartiendo a cada uno en particular (individualmente) como él quiere”.
Todo creyente recibe su don o sus dones de parte de Dios por donación soberana al momento de recibir la salvación.  Esto se refiere a los dones espirituales, no a los dones o talentos naturales.  Ya tiene su(s) don(es) espiritual(es) desde el momento de recibir al Señor.  No tiene que orar, rogar, ayunar, llorar, ni hacer otra cosa más para recibir su(s) don(es).  Ya han sido dados, pero nosotros tenemos la responsabilidad de descubrirlos y usarlos.
Cada creyente tiene por lo menos un don.  Algunos tienen más de uno.  Él da estos dones como Él quiere, no como el creyente individualmente determina.  El hijo de Dios no debe revisar estos dones como uno repasa los sacos en un almacén local, y piensa: «¡Yo quiero ese!».  No tiene ese derecho.  El Espíritu Santo es el que decide esto.
Así es que, procurar el don de lenguas sería igual a mandar a Dios en cuanto a un área que le pertenece a Él, y a Él sólo le corresponde decidir.  La Palabra declara, “como él quiere” (v. 11), no como queremos nosotros.
«Carismático» o «no carismático» ha llegado a ser el apelativo para identificar a uno que habla en lenguas o que no habla en lenguas, respectivamente.  Aunque, por lo visto, es necesario aceptar esta designación popular, el término no es técnicamente correcto.  Algunos de los que hablan en lenguas realmente no son carismáticos, puesto que no dan ninguna evidencia de haber conocido a Cristo como su Salvador personal.  En cambio, en vista de estos versículos, sea que uno hable en lenguas o no, TODO CREYENTE ES CARISMÁTICO, porque ¡él o ella posee uno o más de estos dones!  ¡Alabado sea Dios, el Espíritu Santo proporciona sus dones a TODO cristiano “como él quiere”!
Los corintios se habían preocupado con UNA sola manifestación particular del Espíritu, a saber, el hablar en lenguas, y eso era lo que traía divisiones.  Al hablar de la unidad, del origen y de la gran diversidad de los dones, Pablo trataba de hacer que los corintios se dieran cuenta de la variedad de la obra del Espíritu.  Los creyentes del siglo XXI harían bien en observar este modelo también.
El hablar en lenguas se menciona como el último de los dones en la lista de los versículos 8 al 10, y también como el último en la lista de los versículos 28 al 30, donde definitivamente su rango es afirmado.
Si comenzamos donde comienzan las Escrituras, nunca tendremos la extravagancia de los corintios.
MUCHOS, PERO UNO (1 CO. 12:12-31)
Se reunieron 45.000 carismáticos católicos de habla francesa en el estadio olímpico de Montreal (Canadá) en junio de 1977 para la reunión final de una convención de dos días.  Fue la mayor asamblea religiosa realizada en Quebec en más de diez años.  Había 900 sacerdotes, ocho obispos, y un arzobispo que celebraron una misa de tres horas y media durante la reunión.  En el mes de julio del mismo año 45.000 carismáticos estadounidenses, de docenas de denominaciones, se juntaron en Kansas City, Missouri, para una conferencia sobre la renovación carismática.  Conferencias como estas son ilustrativas del continuo interés carismático que hay en la actualidad.
En los primeros versículos del capítulo 12 la gran prueba de expresión enfatiza la importancia vital del señorío de Cristo Jesús.  El Dios Triuno aparece como la fuente de los charismata, los dones, de gran diversidad y equilibrio, y soberanamente conferidos.
En la última parte del capítulo 12 se hace hincapié en las diversidades de los dones que se encuentran en un solo cuerpo:“Muchos, pero uno”.
RELACIÓN MUTUA DE LOS MIEMBROS DEL CUERPO (1 CO. 12:12-27) 
     Ilustración del cuerpo.  El apóstol usa el cuerpo humano como ilustración del cuerpo de Cristo y de los dones de los miembros de ese cuerpo: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (v. 12).  El cuerpo humano es uno y tiene muchos miembros.  El cuerpo espiritual, llamado la iglesia en Efesios 1:22, 23 y Colosenses 1:18, también es uno y tiene muchos miembros.  ¡Muchos miembros, pero un solo cuerpo!  En la última parte del versículo la traducción literal es «¡así también el Cristo!».
Cristo es la persona central, y tiene muchos miembros.  El cuerpo de Cristo y los creyentes individuales como miembros de este organismo vivo y espiritual ocupan nuestra vista.
     Bautismo por el Espíritu Santos.  El apóstol explica el método de llegar a pertenecer al cuerpo: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (v. 13).  Como ya hemos explicado, el bautismo del Espíritu Santo introduce a los creyentes al cuerpo de Cristo y los une con la cabeza de ese cuerpo.
La palabra “porque” al principio del versículo muestra que la comparación con el cuerpo humano es correcta porque todos los creyentes han sido bautizados en un cuerpo espiritual.  La palabra “fuimos” se refiere al pasado, a saber, “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”.  Pablo no está pensando en una experiencia del presente, sino en un evento pasado en la vida de los creyentes de Corinto.  Además, está haciendo hincapié en la verdad de que el bautismo del Espíritu Santo es algo verídico para todos los creyentes que estaban en Corinto, fuera lo que fuera su fondo social.  ¡También esto es verdad para todos los creyentes hoy día!  Es la verdad para usted también si es creyente en Cristo, sin importar lo que hayan sido sus antecedentes sociales o raciales, o aun la calidad de su relación con el Señor.
El contraste que Pablo hace es instructivo: “…Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Ro. 8:9b).
     Relación con el cuerpo.  Pero no sólo es esencial ser miembro del cuerpo.  Los miembros del cuerpo deben ser considerados en su relación con el cuerpo entero e individualmente los unos con los otros: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (v. 14).  Todo miembro forma parte del cuerpo, pero también cada miembro tiene relación con todos en ese cuerpo.  Los miembros del cuerpo son mutuamente necesarios y dependientes los unos de los otros.
¿No es maravilloso?  El cuerpo es uno con Cristo como la cabeza.  Usted y yo como creyentes somos miembros de ese cuerpo.  Somos necesarios en ese cuerpo, por débiles o prominentes que seamos, ¡y somos dependientes los unos de los otros!
Dios es el Creador-Diseñador, y sólo Él determina el lugar y la función que tendrá cada miembro.  Hay tres versículos que apoyan esta verdad: “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso” (v. 18).  “…Pero Dios ordenó el cuerpo…” (v. 24b).  “Y a unos puso Dios en la iglesia…” (v. 28a).
Se revela en los versículos 25 y 26 la razón por la cual Dios colocó los miembros o formó el cuerpo: “Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.  De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan”.  Los miembros del cuerpo espiritual son mutuamente necesarios y dependientes los unos de los otros.  Este cuidado y respeto evita desavenencia o cisma en el cuerpo.
Es ridículo que un miembro celoso diga que no es del cuerpo porque no es otro miembro en particular: “Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?  Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?  Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?” (vs. 15-17).  ¡La hermana “oreja”, por ejemplo, podría sentirse inferior porque no era el hermano “ojo”!  Pero ella todavía es del cuerpo.
¡Qué tontería que los miembros menos estimados busquen ser los más estimados o que insistan en que no tienen necesidad de los otros!: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.  Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro” (vs. 21-23).
Es posible que a usted Dios le dé más de un don como miembro del cuerpo, pero no debe buscar celosamente el don de otro miembro.  La intención de Dios no era que todo el cuerpo tuviera el mismo don.  El movimiento carismático parece decir que todo el cuerpo debe ser la lengua.  En vista de esta porción de las Escrituras, ¡sería (y es) pecado empezar un movimiento que pone un solo don en el lugar central, como es el “movimiento de las lenguas”!
George E. Gardiner lo describe de esta manera: «Imaginad si podéis hacerlo, una oreja que diga: ‘Nunca nadie me mira con atención comentando con hermosura como lo hacen con los ojos.  Yo quiero ser ojo’.  De modo que la pobre oreja empieza a ayunar y orar, se arrodilla, intenta ser ojo.  ¡Es ridículo!  La oreja es oreja.  Dios la hizo oreja y la situó en la parte lateral de la cabeza.  Si consiguiese convertirse en ojo, el cuerpo se vería dificultado a causa de la disminución del oído, y molesto por tener tres ojos».
El punto principal es que Dios ha dado soberanamente los dones y ha puesto a las personas dotadas como Él quiere, no como desean ellas.  Esta es la verdad tanto para el cuerpo físico como para el cuerpo espiritual de Cristo.
Cerca de la conclusión del capítulo, Pablo hace las preguntas que siguen: “¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?  ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?”(vs. 29, 30).  De acuerdo con la gramática griega, ¡todas estas preguntas demandan un rotundo «no» como respuesta!  ¿Hablan todos lenguas?  ¡No!  ¿Interpretan todos?  ¡No!
¡Qué contrario a la Escritura enseñar, entonces, que todos los creyentes deben procurar el don de lenguas para comprobar que han sido bautizados por el Espíritu Santo y que son miembros del cuerpo de Cristo!  Después de todo, ¡no todo creyente tendría el don de hablar en lenguas ni el don de interpretación!
A veces los carismáticos citan Marcos 16 para apoyar su postura de que el don de lenguas es para todo creyente: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas (es decir, nuevas para el orador, idiomas extranjeros); tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán (vs. 17, 18).  Estos versículos fueron dichos a los apóstoles que creían.  Es un error suponer que las señales siempre y continuamente seguían a los que creían a sus mensajeros.
Si aceptamos el versículo 17 para hoy, debemos también aceptar el versículo 18a para hoy: “Tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño”.  ¿Están preparados para esto los creyentes espirituales?  ¿Es que puede ser fiel uno en la interpretación entresacando hoy lo que quiere aceptar en un contexto, pero rechazando otra parte?
La clave se encuentra en el versículo 20: “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían.  Amén”.  La gran comisión y la reacción de los versículos 15 y 16 todavía quedan, pero las señales fueron señales confirmatorias para la iglesia primitiva.  El mensaje evangelístico de los apóstoles fue confirmado por estas señales antes de que fuese escrito el Nuevo Testamento.  Después de escribirse el Nuevo Testamento, ya no había necesidad de estas señales.
Así es que no hay justificación para decir, en base a Marcos 16, que el don de lenguas es para todos.
     La dificultad de los corintios.  La iglesia de Corinto había estado buscando dones espectaculares que atrajeran atención para sí misma.  En particular, habían estado buscando las lenguas, el menor de los dones.  Eran sensacionales, dramáticos, ostentosos, pero menores.
En el versículo 31a, Pablo afirma en contraste con aquello: “Procurad, pues, los dones mejores…”  El verbo tiene la forma plural.  Pablo se refiere a ellos como iglesia: «Procurad o buscad diligentemente» los mayores dones, no los menores.  Hay algunos que tuercen la traducción del versículo 31a y pierden el significado del contexto por usar el modo indicativo (lo que señalaría una afirmación simple), aunque es verdad que la forma permite esto: «Pero están buscando diligentemente los mejores dones».  Es necesario traducir la palabra «mejores» por la palabra «ostentosos» para que esta traducción tenga significado correcto.  La palabra en el original, sin embargo, es «mayores».  ¡Los corintios no buscaban los mayores dones!  El expositor Albers Barnes correctamente comenta: «No hay objeción válida contra la traducción en el imperativo (mandato), y en efecto la conexión parece exigirlo».
En contraste con el menor don que los corintios habían estado buscando, Pablo les exhorta que busquen diligentemente el mayor.  La revelación del mayor se ve en el capítulo 14, y se identifica como la profecía.  Nótese el versículo 1: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis”.  El verbo “procurad” es la misma palabra y forma que se usa en el capítulo 12:31a.  La profecía es el mayor.
Dios soberanamente confiere dones a miembros individuales de la asamblea, pero como iglesia el énfasis debe ser el anhelar el mayor de estos dones.  Uno se podría preguntar por qué la consideración de la palabra “procurad” es importante.  Porque algunos dicen: «Buscad las lenguas hoy día.  Procurad hablar en lenguas».  La concesión soberana de Dios de los dones ya ha declarado este desafío como impropio.  Pero fíjese en el uso.
El vocablo “procurad” se usa como cinco veces en el contexto inmediato (12:31; 13:4; 14:1, 12, 39).  En el capítulo sobre el amor (13:4) el significado es «tener envidia».  En los otros casos el significado es «buscar diligentemente», sea la forma del indicativo o del imperativo.  El contexto debe determinar cuál de los significados se debe usar.  Ya hemos visto 12:31 y 14:1.  En el capítulo 14:12 la palabra traducida por “anheláis” puede traducirse «buscáis diligentemente».  En el capítulo 14:39“procurad” otra vez quiere decir «buscar diligentemente», referida esta última a la profecía.  En ninguno de estos pasajes hay mandato ni urgencia de tratar de hablar en lenguas.  Pablo está diciendo que «el mayor» (profecía) es mejor, sobrepasando el de hablar en lenguas.
RANGO DE LOS DONES Y DE LOS CREYENTES CON DONES (1 Co. 12:28-31a) 
     Rango de los dones.  La lista de los dones también contribuye algo al argumento tocante a la superioridad de la profecía sobre las lenguas: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas” (12:28).  Al enumerar los dones en este versículo el apóstol indica que están en orden de importancia.  La intención es enumerarlos en orden descendiente.  Primero en importancia son los apóstoles, profetas y maestros.  El don de lenguas se puso en el último lugar en la lista.
Pablo está insinuando que si uno está decidido a buscar un don, que no busque las lenguas.  En vez de eso, que busque uno de los mayores dones, uno de los que se encuentran entre los primeros en la lista.  ¡La meta continua de Pablo es la madurez por encima de la inmadurez, y lo mayor sobre lo menor!
     Rango de los creyentes con dones.  Algunos carismáticos han manifestado una “superjusticia”, y han dicho que porque hablan en lenguas son creyentes llenos del Espíritu, mientras que los demás son no más que creyentes “ordinarios”.
En los días de Pablo había una situación paralela a esta.  Pablo le escribió a la iglesia de los colosenses que refutaran a un grupo llamado los gnósticos, que molestaban a la iglesia durante la última parte del primer siglo y después.  Estos gnósticos afirmaban ser los receptores de un conocimiento más alto (gnosis), que los capacitaba para andar en una unión con Dios más íntima que los demás.  Hacían hincapié muy especial en algunas experiencias místicas, “espirituales”.
Hay por lo menos dos paralelos entre el movimiento gnóstico de la antigüedad y el movimiento carismático moderno.  Primero, distinguían entre lo que llamaban el creyente pneumático o lleno del Espíritu, con varios niveles entre unos y otros, basados en“experiencias más altas”, del creyente psíquico u ordinario.  Los llamados creyentes pneumáticos se estimaban como los que ocupaban un nivel más alto, y eran más místicos y más “espirituales” que los demás.  El paralelo se encuentra entre los carismáticos espirituales y los creyentes “ordinarios” hoy día.
En segundo lugar, los gnósticos mantenían que la evidencia de uno que había llegado a ser pneumático consistía en ciertas experiencias “milagrosas” y “más altas”.  Esto ocupaba un lugar central en muchas de las religiones paganas misteriosas.  En esas sectas, el hablar en lenguas era una de las evidencias de que uno se había elevado a un estado más alto.  Así es que el gnosticismo era semejante al movimiento carismático moderno.  Uno se eleva espiritualmente al tener la experiencia del“bautismo, lenguas, etc.”.
Pablo contraatacaba la influencia gnóstica de varias maneras: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col. 1:9, 10).  Los gnósticos se jactaban de conocimiento.  Pablo ofreció«pleno conocimiento»(epignosis).
Pablo habló de Cristo como la cabeza, de su preeminencia en todo, diciendo que toda plenitud habitaba en Él: “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Col. 1:18, 19).  Pablo anhelaba “…presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (1:28c).  Anhelaba su reconocimiento (pleno conocimiento) del “…misterio de Dios el Padre, y de Cristo” (2:2b).
En Colosenses 2:9, 10 Pablo intima que no es posible añadir nada a esta plenitud: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”.
En el gnosticismo la forma más alta de vida espiritual era algo interior, edificándose a uno mismo.  Así es el carismático moderno.  En contraste, el desafío de Pablo en el capítulo 14 es edificar la iglesia, y en el capítulo 13 es amar a otros creyentes, no es desplegar un espíritu de superioridad sobre ellos.  Los colosenses estaban siendo tentados a buscar una “plenitud” más allá de Cristo.  Pablo enfatiza que ya tenían la plenitud porque estaban en Cristo.
El doctor Jhon G. Mitchell, fundador y profesor de la Multnomah School of the Bible (Escuela Bíblica Multnomah), que se encuentra en Portland, Oregon (Estado Unidos), contó cómo fue confrontado por ciertos maestros carismáticos.  El doctor Mitchell les preguntó: «¿Dirían ustedes que soy cristiano?».  «Oh sí, cómo no», dijeron, «nosotros creemos que usted es cristiano».  Entonces el doctor Mitchell dijo: «¿Creen ustedes que Jesús vive en mí?».  «Sí, cómo no», fue su respuesta.  Luego el doctor Mitchell les dijo: «¡Si tengo a Cristo, tengo todo!».
Pablo lo expresó en otra forma: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1:3).  Lógicamente, ¿es posible buscar algo más si uno ya ha recibido toda bendición espiritual?
El creyente ya tiene todo.  No se puede añadir absolutamente nada.  Es posible que nos haga falta apropiarnos más de lo que ya tenemos en Él, crecer, y llegar a ser más maduros, pero en Cristo ya tengo todo ahora.
En el primer siglo cualquier enseñanza sobre una “plenitud más allá de Cristo”, como las que ofrecían los gnósticos, se consideraba una herejía.  ¿Por qué no debe llamarse así hoy día?
Un viejo minero de plata había pasado toda su vida buscando plata en las montañas del Oeste de Estados Unidos.  Se había obsesionado tanto con su búsqueda que su esposa y sus hijos lo habían abandonado.  Cuando murió, los pocos que vinieron a enterrarlo encontraron que tenían una nota instruyendo que lo enterraran debajo de su choza.  Cuando las palas levantaron la tierra, empezó a aparecer una sustancia lustrosa gris.  Era la famosa Vena Comstock de Plata, la más rica de la historia del Estado de Nevada.  Aquel minero había sido un millonario teórico la mayor parte de su vida, pero nunca había reclamado ni reconocido su riqueza.
Del mismo modo, muchos creyentes son millonarios espirituales, pero raras veces reclaman la bendición que Dios tiene para ellos.  Toda persona que está en Cristo tiene todo lo que Dios tiene para darle.  La pregunta es esta: «¿Reclamaremos la promesa de Dios por fe, y comenzaremos a vivir de acuerdo con ella en nuestro andar diario?».  Alguien dijo así: «Deje de clamar y empiece a reclamar».
Somos “muchos pero uno”.  Sí, ¡muchos miembros, pero un solo cuerpo!  ¡La relación de diversidad y ayuda mutua y el rango de los creyentes anima a la iglesia a que procure diligentemente los mayores dones en vez de hablar en lenguas!

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