La Psicología :
¿Un Nuevo Caballo de Troya en la
Iglesia ?
Por Sugel Michelén
Desde hace algunas décadas, muchos cristianos
profesantes han comenzado a poner en duda la suficiencia de Cristo y de Su
Palabra para la guía y dirección de la vida cristiana y para enfrentar los
problemas del alma, y consecuentemente han comenzado a buscar soluciones en la
psicología secular.
Como bien señala el Dr. MacArthur: “Los ‘psicólogos cristianos’ han venido a ser los nuevos campeones de la consejería enla Iglesia. Ellos son
ahora proclamados como los verdaderos sanadores del corazón humano. Pastores y
laicos han sido llevados a sentir que están mal equipados para aconsejar a
menos que tengan un entrenamiento formal en técnicas psicológicas” (J.
MacArthur; Our Sufficiency in Christ; pg. 31).
Como bien señala el Dr. MacArthur: “Los ‘psicólogos cristianos’ han venido a ser los nuevos campeones de la consejería en
Esto ha venido a ser tan generalmente aceptado que
muchos ni siquiera se han detenido a cuestionar si es lícito este maridaje
entre la psicología y la religión o si se trata de un yugo desigual con los
infieles.
Lo cierto es que tenemos muy buenas razones para
pensar que este matrimonio ha venido a ser uno de los más grandes desastres que
ha sufrido la Iglesia
de Cristo de nuestra generación, y una de las causas principales de la
decadencia espiritual de estos días.
A medida que la psicología ha ido avanzando en la Iglesia , en esa misma
medida ha ido disminuyendo la predicación y la consejería bíblica; y a medida
que la Biblia
es relegada a un segundo plano, y a veces en la práctica eliminada por
completo, en esa misma medida se ha ido debilitando la piedad de la Iglesia.
El Dr. Ed Payne, luego de haber analizado el
contenido de cierta obra “cristiana” de psicología dice: “Tal psicología,
presentada por cristianos, es una plaga en la iglesia moderna, porque
tergiversa la relación del cristiano con Dios, retarda su santificación y
debilita seriamente la
Iglesia. Ninguna otra área del conocimiento parece tener un
dominio tan absoluto sobre la
Iglesia (como la psicología)” (Psico-Herejía; Martin y Deidre
Bobgan; pg. 79-80; el paréntesis es mío).
Y el Dr. Vernon McGee, muy conocido por su
programa “A través de la Biblia ”,
escribió hace unos años un artículo titulado “Psico-Religión – el nuevo
flautista de Hamelín”, en el que dice lo siguiente: “Si la tendencia presente
continúa, la enseñanza bíblica será eliminada totalmente de las estaciones de
radio cristianas, así como de la TV
y del púlpito. Esta no es una manifestación infundada hecha en un momento de
preocupación emocional. La enseñanza bíblica está recibiendo baja prioridad en
las emisiones radiales, en tanto que la llamada sicología cristiana es puesta al
frente como solución bíblica a los problemas de la vida” (op. cit.; pg. 80).
Es hora de que nos detengamos a pensar seriamente
en este asunto. ¿Es la Palabra
de Dios suficiente para tratar con los problemas del alma, o necesitamos
también la ayuda de la psicología secular? Ese es el tema que quisiera tratar
en esta ocasión.
Ahora, estoy consciente de que este es un tema
polémico que puede levantar una serie de interrogantes, por lo que me adelanto
a hacer una aclaración. Mi punto aquí no es que la psicología no tenga ninguna
clase de utilidad, sino que su utilidad es limitada. La palabra “psicología”
significa estudio del alma. Pero lo que la psicología estudia realmente es la
conducta humana, no el alma. Y sus observaciones limitadas a ese campo pueden ser
útiles: en el área vocacional, para detectar problemas de aprendizaje y ayudar
a las personas a superarlos, en el área industrial, en la educación.
Pero nuestro foco de atención aquí es el uso de
la psicología para tratar con problemas tales como la ansiedad, el temor, la
ira, la depresión, la amargura, el descontento, los problemas matrimoniales,
los hábitos pecaminosos; para lidiar con estas dificultades la psicología no
tiene ninguna solución que ofrecer que no podamos encontrarla en la Palabra de Dios.
Presuponer que necesitamos la psicología para
tratar con los problemas del alma es falso, y esto por dos razones: en primer
lugar, porque se fundamenta en algunos conceptos erróneos acerca de la
psicología; y en segundo lugar, porque limita el alcance y eficacia de la Palabra de Dios.
¿Cuáles presuposiciones erróneas asumen aquellos
que se han volcado hacia la psicología para tratar con los problemas del alma
humana?
En primer lugar, presuponen que la psicoterapia
(el aconsejamiento psicológico con sus teorías y técnicas) es una ciencia
objetiva, cuando es en realidad una especie de religión que posee sus credos y
sus dogmas, y en los cuales sus adherentes ejercen fe.
Cada día más y más personas, aun en el campo secular, están poniendo en duda, no sólo la capacidad de la psicología para ayudar a las personas, sino también su supuesto ropaje científico. Por ejemplo, el premio Nobel Richard Eynman, dice lo siguiente acerca del status científico de la psicoterapia: “El psicoanálisis no es una ciencia… tal vez se parezca más al curanderismo” (op. cit.; pg. 34).
Cada día más y más personas, aun en el campo secular, están poniendo en duda, no sólo la capacidad de la psicología para ayudar a las personas, sino también su supuesto ropaje científico. Por ejemplo, el premio Nobel Richard Eynman, dice lo siguiente acerca del status científico de la psicoterapia: “El psicoanálisis no es una ciencia… tal vez se parezca más al curanderismo” (op. cit.; pg. 34).
Y el psiquiatra Thomas Szasz, profesor de
psiquiatría en la
Universidad Estatal de NY, dice: “No es sólo una religión que
pretende ser ciencia, sino en realidad una religión falsa que busca destruir a
la verdadera religión” (Ibid; pg. 35)..
La psicología y el cristianismo son dos
religiones en pugna. Los problemas con los que lucha la psicología son
esencialmente religiosos. Carl Jung, uno de los padres de la psicología
moderna, veía la “neurosis” como una crisis de orden espiritual, no como un
problema médico.
Lean con cuidado este trozo de una de sus obras,
y presten atención a ciertas palabras claves que aparecen allí: ¿Qué deben
hacer los terapeutas, pregunta Jung, cuando los problemas del paciente surgen
de “no tener amor sino sólo sexualidad; ninguna fe, porque teme andar en
oscuridad; sin esperanza porque está desilusionado del mundo y la vida, y sin
entendimiento porque ha fracasado en la lectura del significado de su propia
existencia?”
El problema que encaran los terapeutas, desde
este punto de vista, es el de dar a los pacientes amor, fe, esperanza y
entendimiento. ¿No son estos problemas netamente religiosos? ¿Cómo podrá un
hombre sin Dios proveer tales cosas a un individuo? Como ven, estamos ante una
religión rival que intenta desacreditar el cristianismo.
Esto viene a ser más evidente cuando rastreamos
las raíces de las teorías y métodos psicológicos. Al tratar de desentrañar el
origen de la psicología nos topamos con tres nombres principales: Sigmund
Freud, Carl Jung, y Carl Rogers.
El primero decía que las creencias religiosas son
una mera ilusión, y que la religión misma no es otra cosa que “la neurosis de
obsesión de la humanidad”. De hecho, Freud atribuía a la religión el origen de
los problemas mentales del hombre. Siempre fue un crítico acérrimo de las
creencias religiosas.
Carl Jung, en cambio, afirmaba que todas las
religiones son positivas, pero imaginarias. En otras palabras, son mitos que
hacen bien; todas contienen algo de verdad sobre la psiquis humana y pueden
ayudar hasta cierto punto.
Jung veía la psicoterapia como una religión
alterna. “Las religiones – decía él – son sistemas de sanidad para las
enfermedades psíquicas… Es por eso que los pacientes imponen al psicoterapeuta
el rol de sacerdotes, y esperan y demandan de él que los libere de sus
aflicciones. En consecuencia, los psicoterapeutas nos ocupamos de problemas
que, estrictamente hablando, pertenecen al teólogo” (Ibid; pg. 26; el subrayado
es mío).
Jung admite que los psicoterapeutas están
invadiendo un terreno que antes era manejado por otros. Ahora bien, no debemos
pensar que Jung veía el cristianismo con buenos ojos. No. Jung no sólo repudió
el cristianismo, sino que exploró otras experiencias religiosas, incluyendo
prácticas ocultistas y la nigromancia, es decir, la comunicación con los
muertos a través de un médium.
Lo mismo le ocurrió a Carl Rogers. Estudió en un
seminario teológico, pero renunció al cristianismo y se volcó hacia la
psicología secular, terminando también en la práctica del ocultismo y la
nigromancia.
Y ahora nos preguntamos, estos hombres que
repudiaron de ese modo el cristianismo bíblico, ¿realmente tendrán algo que
decir a la Iglesia
de Cristo acerca de cómo deben vivir los cristianos y cómo deben los hombres
tratar con los problemas del alma que Dios creó?
Alguien puede decir: “Bueno, eso depende. Si sus
postulados son científicos, entonces no habría ningún problema en servirse de
ellos. Un científico impío puede llegar a conclusiones científicas objetivas y
verdaderas”. Eso es verdad, pero no en este caso.
Recuerden que aquí estamos hablando de los
problemas del alma, y de las soluciones que debemos dar a estos problemas. Los
psicólogos no pueden estudiar el alma en una forma científica; ellos se limitan
al estudio del comportamiento humano, y en base a esos estudios tratan de
determinar por qué la gente se comporta cómo lo hace, y cuáles soluciones
pueden dar a sus conflictos.
Pero muchos de ellos ni siquiera creen en la
existencia del alma, y una gran mayoría niega la existencia del Dios que la
creó. ¿Cómo pueden llegar a conclusiones acertadas en ese terreno? Una cosa es
establecer un patrón estadístico de comportamiento, y otra muy distinta
pretender explicar el por qué de esos comportamientos, y muchos menos
cambiarlos.
Cuando la psicología penetra en ese terreno lo
que afirma es pura opinión, pura teoría, pero nada más. Puede ser que en
algunos casos, sus opiniones sean de cierta utilidad, pero solo en aquellos
caso en que, por la gracia común de Dios, estas opiniones coinciden con las de
Dios reveladas en Su Palabra. Pero tales aciertos no deben confundirnos: la
presuposición de que las teorías y métodos psicológicos son científicos no es
más que un mito. La psicología es una especie de religión, y los que aceptan
sus postulados lo aceptan por fe.
El famoso historiador Paul Johnson, en su obra
Tiempos Modernos, dice lo siguiente: “Después de 80 años de experiencia, se ha
demostrado que en general sus métodos terapéuticos (refiriéndose a Freud) son
costosos fracasos, más apropiados para mimar a los desgraciados que para curar
a los enfermos. Ahora sabemos que muchas ideas fundamentales del psicoanálisis
carecen de base en la biología” (pg. 18).
Y Karl Popper, considerado como el filósofo de la
ciencia más grande del siglo XX, dice lo siguiente sobre las teorías
psicológicas: “Aunque se hacen pasar como ciencias, tienen de hecho más en
común con los mitos primitivos que con la ciencia” (Ibíd.; pg. 55-56).
La segunda presuposición errónea que están
asumiendo muchos consejeros cristianos hoy día es que la mejor clase de
consejería es aquella que utiliza tanto la psicología como la Biblia. Los llamados
“psicólogos cristianos” piensan estar en una mejor posición para aconsejar que
los consejeros cristianos, que no son psicólogos, y que los psicólogos que no
son cristianos. Ellos creen tener lo mejor de los dos mundos.
El problema con esa simbiosis es que los postulados sobre los cuales se basa la psicología secular se oponen tajantemente a los postulados esenciales del evangelio. Si aprobamos uno de ellos automáticamente desaprobamos el otro. Es por eso que a medida que la psicología ha tomado cuerpo enla Iglesia , muchas enseñanzas
falsas han comenzado a infiltrarse también, como por ejemplo: Que la naturaleza
humana es básicamente buena, que las personas pueden encontrar respuesta para
sus problemas dentro de ellos mismos, que la clave para comprender y corregir
las actitudes y acciones de un individuo se encuentran en algún lugar de su
pasado, que otros son culpables de nuestros problemas, y así podríamos citar
muchas otras cosas más.
El problema con esa simbiosis es que los postulados sobre los cuales se basa la psicología secular se oponen tajantemente a los postulados esenciales del evangelio. Si aprobamos uno de ellos automáticamente desaprobamos el otro. Es por eso que a medida que la psicología ha tomado cuerpo en
En muchos círculos cristianos aún el vocabulario
ha sufrido cambios trascendentales. Al pecado se le llama “enfermedad”; el
arrepentimiento ha sido sustituido por las terapias; los pecados habituales son
llamados adicciones, o conductas compulsivas, de las cuales el individuo no
parece ser responsable.
Quizás el ejemplo más palpable de esta distorsión
es el énfasis que vemos hoy día sobre la importancia de la auto estima y el
amor propio para la realización y felicidad del individuo. Aunque este es un
tema muy popular hoy día, en realidad tiene un origen reciente. Hace apenas
unos 50 años que surgió fuera de la
Iglesia , y desde hace unos 30 años para acá se ha introducido
con fuerza dentro de ella, adaptándola de tal modo que parece una doctrina
bíblica, basada en textos bíblicos.
Uno de los promotores de esta enseñanza dice lo
siguiente: “Nuestra habilidad de amar a Dios y de amar a nuestro prójimo es
limitada por nuestra habilidad de amarnos a nosotros mismos. No podemos amar a
Dios más de lo que amamos a nuestro prójimo y no podemos amar a nuestro prójimo
más de lo que nos amamos a nosotros mismos”.
Y otro psicólogo cristiano escribió: “Sin amor
por nosotros mismos no puede haber amor por otros… Tu no podrás amar a tu
prójimo, no podrás amar a Dios, a menos que te ames primero a ti mismo”.
Esto parece ser un eco de las palabras del Señor
Jesucristo al intérprete de la ley, cuando éste le preguntó: “¿Cuál es el gran
mandamiento en la ley?” Jesús le respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y
grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo
22:37-40).
¿Está ordenando Cristo a los suyos en este pasaje
que se amen a sí mismos, como sugieren algunos psicólogos cristianos? De ser
así, no serían dos los mandamientos de los que dependen toda la ley y los
profetas, sino tres: Ámate a ti mismo, ama a Dios y ama al prójimo. Y de estos
tres, ¿cuál sería el más importante? Obviamente, el amarte a ti mismo, porque
de ese dependen supuestamente los otros dos.
¿Pero es esa la enseñanza de ese texto? ¡Por
supuesto que no! El mandamiento más importante de la ley no es que nos amemos
nosotros mismos, sino que amemos a Dios y a nuestro prójimo. El Señor está
presuponiendo más bien que nos amamos a nosotros mismos (aún el que se suicida
lo hace porque piensa que estará mejor muerto que vivo), y ahora nos dice: “Con
esa misma dedicación, con ese mismo fervor, ama a tu prójimo”.
En la Escritura se habla del amor propio como una obra
de la carne, no como una virtud. En 2Tim. 3:1-5 Pablo advierte a Timoteo “que
en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores
de sí mismos”. Por eso el llamado de Cristo a los hombres es a negarse a sí
mismos y a tomar su cruz. Cualquier mensaje que enseñe lo contrario no puede
ser verdadero, ni mucho menos provechoso. La desgracia de los seres humanos
radica precisamente en el hecho de estimarse demasiado a sí mismos y de mirar
continuamente dentro de sí mismos.
El hombre sin Cristo ha puesto el “yo” en un
lugar inapropiado, y por eso su vida es un caos. Cuando el evangelio llega a
nosotros, y nos mueve eficazmente a confiar en Cristo, entonces las cosas caen
en el lugar que les corresponde. Nuestro interés primordial no debería ser
agradar al “yo” y satisfacer sus demandas, sino más bien vivir para la gloria
de Dios.
Como podemos ver, la psicología estudia los
problemas del hombre desde una perspectiva completamente distinta a la
perspectiva bíblica, y por lo tanto no puede haber una relación satisfactoria
entre ambas; una de las dos tendrá que ceder ante la otra. Y tenemos mucha
razón para pensar que es la
Iglesia la que está claudicando ante el humanismo secular.
Concluyo este punto citando al Dr. MacArthur otra
vez: “La ‘psicología cristiana’ es un intento de armonizar dos sistemas de
pensamiento intrínsecamente contradictorios. La psicología moderna y la Biblia no pueden mezclarse
sin un serio compromiso o un completo abandono del principio de la suficiencia
de las Escrituras” (Una Breve Mirada a la Consejería Bíblica ;
pg. 30).
La tercera presuposición errónea que ha volcado a
muchos a buscar ayuda en la psicología es que existen problemas en el hombre
que no son físicos, y por lo tanto, no pueden ser tratados por un médico, ni
tampoco son espirituales, y por lo tanto, no puede tratarlos un pastor. Son
problemas netamente psicológicos o mentales.
Pero esto no es más que un mito. O nuestros problemas son orgánicos, y en ese caso debemos buscar la ayuda de un médico, o tenemos un problema espiritual, y entonces debemos ir a un pastor que trate con nosotros conla Palabra de Dios (por la
estrecha interacción del alma y el cuerpo en algunos casos necesitará del
trabajo conjunto del médico y el pastor).
Pero esto no es más que un mito. O nuestros problemas son orgánicos, y en ese caso debemos buscar la ayuda de un médico, o tenemos un problema espiritual, y entonces debemos ir a un pastor que trate con nosotros con
Una persona puede tener un problema en el cerebro
que le esté ocasionando una conducta extraña o anormal, como la arteriosclerosis,
o el Alzheimer; pero tales personas no están mentalmente enfermas. Su problema
es biológico y, por lo tanto, debe tratarlos un neurólogo no un psicólogo.
Las enfermedades mentales, si usamos ese término
literalmente y no en un sentido metafórico, en realidad no existen, como
veremos más ampliamente en otros artículos. El psiquiatra investigador E.
Fuller Torrey dice con respecto a esta terminología: “El término en sí es
disparatado, un error semántico. Las dos palabras no pueden ir juntas” (cit.
por Martin y Deidre Bobgan; pg. 179).
Y el psiquiatra Thomas Szasz, a quien citamos
anteriormente, dice: “Es costumbre definir la psiquiatría como una especialidad
médica que tiene que ver con el estudio, diagnóstico y tratamiento de las
enfermedades mentales. Esta es una definición sin valor, y engañosa. La
enfermedad mental es un mito” (Ibid; pg. 181-182).
Esto no es un asunto de semántica meramente, sino
un serio error que está causando no pocos inconvenientes en la iglesia de
Cristo de nuestra generación. La psicología ha invadido un terreno que no le
corresponde, y muchos pastores mansamente han claudicado ante ella.
Cito aquí a Martin y Deidre Bobgan en su obra
“Psico – Herejía; la
Seducción Sicológica de la Cristiandad ”: “La
mayor tragedia que produce el nombre erróneo de la enfermedad mental, es que
las personas que están experimentando problemas de la vida buscan ayuda fuera
de la iglesia. Y cuando piden esa ayuda a un líder de la iglesia, por lo
general son (remitidas) a profesionales que se especializan en ‘enfermedad
mental’ y ‘salud mental’. Se ha hecho tan fácil enviar a una persona con
problemas matrimoniales o de familia a un profesional de la salud mental, como
enviar a una persona con una pierna quebrada a un médico”.
Y luego continúan diciendo: “Los problemas de la
vida son problemas espirituales, que requieren soluciones espirituales, no
problemas psicológicos que requieren soluciones psicológicas. A la iglesia se
le ha embaucado para que crea que los problemas de la vida son problemas del
cerebro, que requieren soluciones científicas, más que problemas de la mente
que requieren soluciones bíblicas… Mientras llamemos ‘enfermedad mental’ a los
problemas de la vida, seguiremos sustituyendo la responsabilidad por la
terapia” (pg. 185-186).
Nosotros tenemos en la Biblia un manual completo
de todo lo que nuestras almas necesitan para una vida bienaventurada que
glorifique a Dios. Los médicos deben tratar con los problemas del cuerpo, los
cristianos debemos tratar con Cristo y Su Palabra los problemas del alma
humana. Decir lo contrario es resucitar la vieja herejía que Pablo combatió en
Colosas, que aunque ahora use terminología científica, sigue siendo igualmente
errónea y dañina; los falsos maestros de Colosas querían convencer a estos
hermanos de que era bueno tener a Cristo y Su Palabra, pero no suficiente; de
ahí la advertencia de Pablo en el capítulo 2 de la carta con las que ahora
concluyo:
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas,
según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no
según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de
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