jueves, 25 de julio de 2013

LA ELECCION DE DIOS VS. LA DEL HOMBRE

LA ELECCIÓN DE DIOS vs LA ELECCIÓN DEL HOMBRE

Por Miguel Rosell

“… ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad” (Fil. 2: 13)
Cuando personalmente descubrí el error en el que estuve por años y años al creer que el sostenimiento de  mi salvación era un asunto que dependía de mí y de mis fuerzas, lo abandoné. 

Dios sostenía mi salvación, pero al mismo tiempo yo también, y es como que el Señor me miraba y movía la cabeza como diciendo: “¡No hagas lo que sólo Yo puedo hacer!”.
En un punto, entendí que la salvación no sólo es un regalo de Dios, sino que es la obra exclusiva de Dios en el salvo. Ineludiblemente este entendimiento me abrió la puerta de la fe para creerle a Dios, confiar en Él, y crecer en santificación, sin miedos, sin inseguridad, sin legalismo, sin rigorismo; de manera auténtica.

Ahora soy libre de aquel peso, porque creo que mi salvación es Cristo en mí (Gl. 2: 20), y Él es fiel para guardar mi depósito para aquel día: "porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día" (2 Ti. 1: 12). Y yo sé en quien he creído porque Él se ha revelado a mí, no porque haya algo bueno en mí, por mí mismo.

Muchos dicen que son salvos porque un día tomaron lo que se dice comúnmente según el planteamiento arminiano, “una decisión para Cristo”, como si el hombre pudiera decidir aceptar a Cristo (Jn. 15: 16). Muchos lo hicieron, y ya hace tiempo que no están con nosotros. No están con nosotros porque jamás fueron de nosotros (1 Jn. 2: 19); jamás fueron salvos. Es trágico ese engaño.

Una decisión "para Cristo", atrás en el tiempo, no garantiza una salvación. El fruto de santificación (no religiosidad, ni legalismo propio de los fariseos), eso sí evidencia una salvación. Ese fruto verdadero es lo que vale, lo otro es simple y rancia religiosidad.
Basados en una simple oración sincera, pero humana, eso no garantiza la salvación en esa persona. No se debe engañar a la gente así. Cuando Dios actúa y convierte a esa persona, la cosa es diferente. Siendo así, el fruto de salvación se ve inmediatamente en ese individuo, y se ve conforme se aprecia su caminar con Dios, alejado de su antiguo caminar conforme al espíritu del mundo (1 Juan 2: 15-17). Por eso dijo Jesús: por sus frutos les conoceréis.

Dicho todo esto, les sugiero lean el siguiente artículo, de mi amigo y miembro de Centro Rey, Oscar Vilches, el cual creo ayudará a esclarecer más todo esto desde un posicionamiento más teológico.

LA ELECCIÓN DE DIOS vs LA ELECCIÓN DEL HOMBRE

Por Oscar Aº. V - M
Como cristianos, no podremos ir muy lejos, si no sabemos dónde estamos; y posiblemente muchos no sabremos dónde estamos, por estar perdiendo la vista de dónde venimos; en ese sentido, estamos perdiendo nuestra identidad.  Mirar atrás es volver a la raíz para fortalecer el tronco.  No intentemos cuestionar la elección de Dios, Dios no utiliza la Historia, Dios hace la Historia, es Su Historia.

Cuando nos llamamos Calvinistas, no lo hacemos en el sentido de 1ª Corintios 1:12, haciendo hincapié en el yo y dividiendo la Iglesia, sino meramente distinguiéndonos de otras visiones cristianas, e intentando atraer, en humildad, a toda la Iglesia a una mejor visión de Dios.
Los arminianos tienen  miedo  de una interpretación calvinista que hiciera a Dios autor del pecado y al hombre un autómata; esto les lleva a colocar la elección después de la gracia, es decir, que Dios decreta salvar a los pecadores que se arrepienten y creen en Cristo, por lo que, sabiendo quiénes serán estos, los elige.  En otras palabras, Dios escoge a los que antes le han escogido a Él, y estos son los hombres. Un sin sentido.

Nosotros por nuestra parte recurrimos con frecuencia a la palabra calvinismo para designar aquella parte de la verdad divina que enseña que la salvación es sólo por la gracia.  Creemos firmemente que lo que comúnmente se llama calvinismo no es más, ni menos, que aquel sano y antiguo Evangelio de los puritanos, de los mártires, de los Apóstoles y del Señor Jesucristo.
Por ello damos toda la soberanía y magnificencia a Dios y nos ratificamos frente a las posiciones arminianas, desde el rigor teológico y argumentario, teniendo que cuestionar sus bases doctrinales interpretativas, puesto que:

1º Todo lo que se deja a la capacidad del hombre, se le quita al poder de Dios.
2º Convierten a Dios un mero estipulador judicial, el que se salva es el hombre a sí mismo, que cumple meramente las condiciones expuestas.
3º Hacen a Dios depender de su  conocimiento, y no libre en su soberana voluntad, pues sólo podrá salvar a los que ve que se van a salvar.
4º Transforman la  muerte de Cristo en meramente representativa y no efectiva (solo será efectiva si es sustitutiva); nos pone en el camino (Juan 14:6), pero no es el camino; nos abre la puerta, pero no es la puerta (Juan 10:9). Para que la muerte de Cristo tenga valor delante del Padre, el pecador tiene que aceptarla y poner su fe en ella.
5º Cuestionan la gracia: Si la gracia es para todos, ya no es gracia, puesto que podrá exigirse y demandarse, de ese modo alguno podría decir que el Espíritu no obró más, o igual que en otros. Si se responde que Dios elige en quién actuará más o menos el Espíritu, podrá decirse también que podrá hacerlo en ciertos pecadores hasta que estos crean, quieran o no, aunque tarden toda la vida. Si se responde que dependerá al final de la voluntad del pecador, ¿para qué enviar al Espíritu a forzar esa voluntad, quizá al final sea en vano?

Nuestro posicionamiento bíblico, una vez más pone de de manifiesto la fidelidad a la Palabra y al orden salvífico establecido por Dios:
1º Toda naturaleza humana está afectada y arruinada por la Caída: es la depravación total del ser humano.
2º Dios quiere elegir a algunos, según su soberana voluntad, para darles el arrepentimiento y la fe y, por tanto la salvación: elección incondicional.
3º Para ello Cristo muere en el lugar del pecador, por lo que la deuda del pecado queda pagada: expiación limitada.
4º Esa confianza, puesta en la Cruz, es por la obra del Espíritu Santo en esos pecadores: gracia irresistible.
5º Por lo cual, todos los Santos, elegidos, creyentes... están seguros por la eternidad, en la mano y promesa de Dios: perseverancia final de los Santos.

Consecuencias…

Las consecuencias de la práctica arminiana, implican una desautorización manifiesta en referencia al poder y soberanía de Dios, ya que menoscaba la autoridad del Creador del hombre.
A efectos prácticos, valdría la pena destacar la carga con la que vive el día a día el arminiano en relación con la fe y la salvación:

En cuanto a la fe, éste profesa una fe vacía y falsa, dado que es el mismo quien la "fabrica", colocándola como nexo de unión con Dios, conllevando ésta el riesgo de, al no ser proveniente de Nuestro Señor, se pueda llegar a "evaporarse" en cualquier momento, ocasionando la decepción y el abandono del "creyente".

Una segunda carga la entraña el concepto salvífico, ya que en la fe arminiana es el hombre quien decide por voluntad propia y por sus propios medios la obtención de la salvación. Creando en su interior una situación de intranquilidad constante en una carrera de fondo, sin llegar nunca a la meta final, dado que el arminiano nunca sabe en qué momento determinado es salvo o no.

Por lo tanto el arminiano cuenta con cargas añadidas que el mismo aporta, llegando a un estado de angustia en cuanto a la salvación de sus seres queridos y del mundo en general, no pudiendo descansar en Dios en ningún momento, contagiando esa carga en relación a la aceptación de Cristo en los demás, convirtiendo un mero paso testimonial y simbólico en una acción transcendental, completamente ajena a los designios de Dios.

Y también sabemos…

De todas maneras, tenemos que decir al arminianismo o a los detractores de la doctrina calvinista que:
Sí; el ser humano nace con cierta gracia o amor de Dios que le capacita para hacer obras “buenas” entre los hombres y para los hombres, aunque ante Dios y para salvación no tienen valor alguno. Es  porque el hombre no es todo lo malo que podría ser, porque Dios no deja que sea así, por Su naturaleza amorosa.

Sí; Dios conoce el destino y fin de cada uno, es porque Él es el dador y hacedor de ese destino.
Sí; la predicación salvación se ofrece a todo el mundo; esto es porque Cristo murió por toda clase de personas, sin distinción de raza, cultura, sexo o gravedad de pecado.
Sí; no es menos cierto que el Espíritu Santo es “resistido” por multitud de desgraciados que no han querido arrepentirse. Todos están sin excusa, así como también cada creyente, hasta que Dios le proporciona un corazón nuevo.

Por lo tanto podemos afirmar que el arminianismo cuestiona la soberanía de Dios, llegando incluso al chantaje en cuanto a la Salvación, configurándose en una doctrina que cuestiona abiertamente el poder Dios.  Y eso solo tiene un nombre: herejía.  Que cada cual asuma sus consecuencias.

Dios les bendiga.
Noviembre 2011
 

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