jueves, 25 de julio de 2013

Los escogidos de Dios

“Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2: 10)

La palabra que se traduce por “escogidos”, es la palabra “eklectos” en griego, y significa: escogidos o elegidos. 

Aquí el apóstol Pablo está explicando algo que ya ha sido dicho a lo largo de las epístolas  y en los evangelios (Mt. 22: 14; 24: 24; Jn. 6: 44; Hchs. 13: 48; Ro. 8: 33; Ro. 11: 7; Col. 3: 12; 2 Ts. 2: 13; Tit. 1: 1, 2; Ef. 1: 4; 1 Pr. 1: 2 etc.), que existen “ekclectos”, o escogidos de Dios para ser salvos, y que por tanto, no todos los hombres recibirían la salvación, sino solamente aquellos elegidos por el Padre.

Pablo expresa su intención de soportar (que en griego implica: perseverar, sufrir, tener paciencia, avanzar) por amor a esos escogidos – él mismo entre ellos – para que al fin se cumplan los designios irrevocables de Dios de salvación en cuanto a esos escogidos. Evidentemente, en el caso de Pablo eso ya se había producido.

Nótese que dice “obtengan”, en el griego original, la traducción literal es: “alcanzar el propósito”. Por lo tanto el propósito de Pablo era el de cumplir con esa responsabilidad como cristiano militante: llevar el Evangelio a los escogidos para que fueran salvos. Esa es la labor de la Iglesia también.

Obviamente, Pablo, (ni nadie humano), sabía, ni sabe quiénes son esos escogidos, de ahí que la predicación del Evangelio ha de ser hacia todos los hombres.

Aclaro: no es que si no hacemos bien nuestra labor al respecto, se perderán los escogidos de Dios, porque eso es imposible. La obra de Dios es suya, y la cumplirá, solamente que Él nos ha dado el privilegio de participar en ella (He. 3: 1)

Ahora, el punto aquí es el siguiente. ¿Quién elige, Dios, o el hombre? La Biblia dice que los elegidos lo son de parte de Dios, y no que el hombre elija a Dios. En ningún lugar de la Escritura encontramos que el hombre elija a Dios, si Dios no le ha elegido antes.

“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros…” (Juan 15: 16)
Es el mismo concepto del pacto. Es Dios quien pacta con el hombre, jamás el hombre pacta con Dios.

El hombre nada puede hacer primero, si Dios no lo hace antes.

Por lo tanto, la elección de Dios no está basada en nuestra hipotética elección posterior, o algo así como que Dios nos eligió porque sabía que le íbamos a elegir. No está basado en esto, no tiene que ver nada el asunto de una hipotética elección del hombre.
Ahora bien, ¿cómo nos describe la Escritura este proceso?

“quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1: 9)

Esta escritura lo explica con excelsa claridad. Dios nos salvó porque nos llamó (Ro. 8: 29) con llamamiento santo, es decir con llamamiento exclusivo y personal, apartados para Él; no conforme a mérito, obra o virtud alguna nuestra (en nuestra vida anterior), sino simplemente conforme a Su propósito y Su gracia (o poder para realizar esa obra de salvación por Cristo)… ¿Cuándo? ¿Cuando la persona escucha el Evangelio y entonces decide “aceptar a Cristo”? No: desde “antes de los tiempos de los siglos”.

“…con llamamiento santo…”: El llamamiento divino no es una invitación general a los pecadores para que crean en el Evangelio y se salven (posicionamiento arminiano), sino que es el llamamiento eficaz, es decir, conforme a la voluntad explícita y soberana de Dios, para salvar a Sus escogidos: (ej.) “…a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos…” (Ro. 1: 7); una proclamación a todos aquellos que debían exactamente alcanzar la salvación provista por Dios desde antes de los tiempos.

Este llamamiento eficaz, tiene como resultado una santidad imputada (justificación), e impartida (santificación), y por último, con la venida de Cristo, completa (glorificación) 1 Juan 3: 2b.

“El hombre natural está depravado totalmente por efecto de la caída (Ro. 5: 12); por él mismo no puede, ni quiere escoger a Dios, sin la intervención previa de Dios por Su Espíritu”

Inscritos en el libro de la vida del Cordero

“No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” Ap. 21: 27
“Y la adoraron  [a la Bestia] todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” Ap. 13: 8

Hermanos, los salvos son el resultado de la previa elección de Dios que Él realizó antes de que hiciera Su creación; ni uno más, ni uno menos. Él tiene escrito en Su libro los nombres de todos y cada uno de esos salvos. El número y nombre de los salvos lo supo Dios desde la eternidad.

La pregunta entonces es simple y evidente: Si Dios ha escogido a todos los que serán salvos, y ya los tiene escritos en Su libro, ¿es que se puede perder alguno de ellos?
Nótese que estamos hablando de los verdaderamente salvos, de esos que Dios conoce; no de aquellos que profesaron ser cristianos (Ti. 1: 16; 2 Pr. 2: 21; 2 Ti. 3: 1-5; Jud. 19) pero que nunca estuvieron escritos sus nombres en el libro de la vida del Cordero.

Dios está viendo a todos los salvos, glorificados, y reinando con Cristo. Dios ya ve la Iglesia glorificada y en el estado eterno… y hermanos, lo que Dios ve, es que es realidad absoluta. Esa es nuestra fe, y nuestra creencia.
SOLI DEO GLORIA
Dios les bendiga
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Noviembre 2011

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